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En el PSOE tratan de restar importancia al pase de Podemos al Grupo Mixto del Congreso. No quieren acumular más quebraderos de cabeza. Pero el viejo fantasma del insomnio aparece de nuevo. Ya no se trata, como en su momento temía Pedro Sánchez, de ... tener a los morados en algunos ministerios clave. Ahora tiene que lidiar con unos furtivos echados al monte. Unos furtivos que se sienten humillados y ofendidos. En sus abandonos ministeriales, Belarra y Montero no ahorraron recriminaciones a Pedro Sánchez, que las echaba del consejo de ministros. Eso les escocía, sí, pero el verdadero agravio venía de más cerca. De Yolanda Díaz, la designada por el dedo infalible de Pablo Iglesias. Yolanda Díaz es la que las ha ninguneado, la que ha traicionado la confianza depositada en ella. Los del PSOE, ya lo daban por sabido, eran unos acomodaticios, pero Díaz era carne de su carne. Y esa carne se ha gangrenado. Así lo han vivido, y así han actuado.
Cuentan que Belarra llamó a Bolaños para ahorrarle ansiedad. No van a hacer naufragar al Gobierno. Solo le van a apretar las tuercas. Yolanda Díaz especialmente. Es la enemiga íntima. La deslumbrada por ese poder al que Iglesias renunció para agitar la calle desde la sombra. Una sombra que en este caso no es sinónimo de invisibilidad. Los hilos con los que maneja el escenario son bien visibles. Su voz, perfectamente audible. En boca propia y en el eco de las dirigentes moradas.
Si alguien conoce lo que hay es Yolanda Díaz. Su primera reacción fue el intento de transmitir calma. Como si el país hubiera entrado en un estado de emergencia nacional. Lo que transmitió fue inquietud, con las palabras atorándosele en la garganta y la frustración haciéndole parpadear más de lo habitual. Que no se confundan de adversario, pidió la vicepresidenta. Puede estar segura de eso. No se van a confundir. El adversario de Podemos es ella, Yolanda Díaz. Lo tienen meridianamente claro. Ella es la usurpadora, ella es la que ha propiciado el destierro. Y Sumar es el grupo político a batir, o al menos a erosionar, en las próximas convocatorias electorales. Es la vieja tradición de la izquierda. División y cainismo. Una tradición que Podemos ha ejemplarizado y que tiene su secuela en Sumar por mucha felicidad que Yolanda Díaz quiera hacer llegar a los hogares españoles en cada discurso. Hacer feliz a la gente. Una mamá Noel a la que ahora le sabotean el trineo. Y un gobierno, el suyo y el de Pedro Sánchez, que ya no solo tendrá que estar pendientes de los siete magníficos de Puigdemont sino del repóker de Iglesias para sacar adelante sus iniciativas parlamentarias. Las van a pasar moradas.
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