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Nuestra sociedad ha perdido o está perdiendo uno de los valores fundamentales para su desarrollo como es el espíritu crítico. Parece que nos conformamos con ir a las urnas cada cuatro años, y que después de votar nos olvidamos de comprobar que nuestros representantes cumplan ... sus programas. Nos inhibimos, les damos carta blanca y regresamos a nuestra zona de confort, permitiéndoles que hagan lo que les venga en gana, sin ningún tipo de control.
Un caso paradigmático de esto ocurre en Castro Urdiales.
Desde hace casi cuarenta años, el municipio carece de teatro-cine donde proyectar una película o representar una obra teatral. En este periodo de tiempo ha pasado por el Gobierno municipal todo el espectro político regional (las extintas AP y UPCA, PSOE, PRC, PP, C's, IU) y hasta algún partido local como Castro Verde. En dos legislaturas se ha abordado este problema: la coalición PRC/PP/IU que llegó al gobierno en el año 2003 y Castro Verde que lo hizo en el año 2015.
Los primeros llegaron a disponer en 2006 de un anteproyecto para la construcción de un aparcamiento subterráneo en la zona del polideportivo Pachi Torre, en cuya superficie se preveía levantar un teatro. Dicho documento dedica a esa construcción exactamente 18 líneas en la memoria y una partida alzada en el presupuesto. Hoy está archivado en las estanterías del departamento de Urbanismo.
El segundo llegó algo más lejos, alcanzando un acuerdo de financiación completa con Gesvican que recogía la convocatoria de un concurso de ideas y la construcción de un edificio multiusos que, además de alojar diversas escuelas municipales, incluía un teatro-cine con 243 localidades. Dicho acuerdo fue rechazado por PSOE, PP y Podemos, argumentando su elevado costo y su escaso aforo. A pesar de ese rechazo, el acuerdo concluyó en 2019 con la redacción de un proyecto listo para ser licitado.
Las elecciones municipales de ese año auparon al Gobierno municipal a la coalición PSOE–C's. Los socialistas llevaban en su programa electoral la rescisión de ese acuerdo con Gesvican y la construcción de edificio en la zona del polideportivo Pachi Torre que incluiría un teatro de 800 localidades e instalaciones para las escuelas artísticas locales. Hasta el punto que, en diciembre, la señora alcaldesa manifestó que «existe un proyecto actualizado y valorado por Gesvican» para esa construcción.
Pues bien, transcurridos casi cuatro años desde su llegada al gobierno municipal, aquel proyecto «actualizado y valorado» ha desaparecido, y en su lugar encontramos un acuerdo con la Consejería del señor Pablo Zuloaga que se puede resumir en dos puntos muy sencillos: Consejería se responsabiliza de la redacción y licitación de un concurso de ideas y el Ayuntamiento se responsabiliza de la construcción del edificio que resulte ganador en ese concurso de ideas. El resto de puntos del acuerdo son absolutas obviedades; pero el acto de su firma ha servido para aparecer en prensa, fotos incluidas, afirmando que a primeros de 2023 ese concurso de ideas estaría adjudicado.
Cuando estas líneas se redactan estamos en marzo de 2023 y ese concurso de ideas ni siquiera se ha convocado.
Esta sucinta relación de hechos es un claro ejemplo de lo que significa la cultura para nuestros políticos y justifica el calificativo que atribuía al principio de este escrito al comportamiento de la ciudadanía castreña, de la que formo parte.
En una sociedad mínimamente crítica, esta situación hubiera dado lugar a muchas preguntas. Pero nadie (o casi nadie) ha preguntado públicamente a los actuales gobernantes municipales por qué cuatro años después se ha retrocedido desde disponer de un proyecto listo para su licitación hasta un simple acuerdo con Consejería ; o qué ocurrió con aquel proyecto actualizado y valorado por Gesvican; o por qué se propone la construcción de una obra en terrenos que, desde el punto de vista urbanístico, durante la campaña electoral no estaban regularizados; o con qué medios humanos y materiales y a qué precio se pretende gestionar ese teatro-cine; o, por qué siendo un problema que requiere urgente solución se ha tardado hasta tres años en optar por un concurso de ideas.
Y aún otra pregunta importante. Aunque evidentemente hasta que no haya proyecto no se conocerá el costo final del edificio, ¿quién va a hacerse cargo de ese pago sea cual sea su cuantía? Aunque quizá esto no importe porque algunos creen que disparan con pólvora del rey.
Y en las próximas elecciones municipales volverán a enarbolar la bandera de la cultura incluyendo la construcción del teatro-cine en sus nuevos programas electorales para que sigamos creyendo que se preocupan por ella. Al tiempo.
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