Se apagó una voz privilegiada
Juan Antonio Prieto
Domingo, 21 de noviembre 2021, 20:59
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Juan Antonio Prieto
Domingo, 21 de noviembre 2021, 20:59
Se nos ha ido una voz prodigiosa. Sin duda, uno de los mejores tonadistas cántabros de la historia. El que cantó con más gusto. El ... que heredó de su padre, probablemente el más grande de todos los tiempos, su amor por el cante montañés y su exquisita técnica. Pero, sobre todo, se nos ha ido, una gran persona, un santanderino de pro, uno de los mejores.
Desde el primer minuto nunca faltó a su cita con la Gala del Folclore Cántabro. «Aquí estaré siempre para lo que me necesites», me repetía cada año. Disfrutaba cantando, primero en el Palacio de Deportes y luego en el de Festivales. Yo le prometí: «aquí vas a cantar todos los años, hasta que quieras». El 4 de mayo de 2017, se cortó la coleta, al menos en público. Me dijo: «Creo que ha llegado el momento. Si no te importa, este año será el último» Y preparamos una despedida en toda regla, rodeándole de los mejores: Toñín Peláez, El Malvís, Pedro Álvarez, Luis A. Agüeros, Santiago Fernández y Álvaro Fernández. Y José Manuel Cuesta, el cartero de Correpoco, le dedicó una preciosa trova. Aún recuerdo al público, puesto en pie, dedicándole una sonora y prolongada ovación. Ya no volvió a actuar en público.
Tres años antes, la alcaldesa Gema Igual hizo posible su sueño: descubrir una placa frente al portal de su casa, en la calle Aurelio Ruiz, su padre. Porque Aurelio Ruiz Bolado vivía en la calle Aurelio Ruiz Crespo. Un privilegio al alcance de muy pocos. Y en torno a su calle junto a la de María Cristina y El Alta, consumió Aurelio sus últimos años entonando canciones con sus amigos, en los bares de la zona, mientras tomaba sus chatos vespertinos. Ese era su ambiente y así le queremos recordar. Sencillo, humilde, como son las grandes personas. Una prueba de ello es que todo el dinero que ganaba en los escenarios lo destinaba siempre a la Cocina Económica.
Se nos ha ido Aurelio, como antes lo hizo su padre, pero las canciones de ambos, afortunadamente grabadas, primero en discos de pizarra y luego de vinilo, han quedado para conocimiento y deleite de la actual y las próximas generaciones. También nos queda un auténtico museo sobre la tonada montañesa y, especialmente, sobre la vida artística de Aurelio Ruiz, que guardaba celosamente en su casa y de la que son depositarios sus hijos. No podemos permitirnos, como ha ocurrido en otras ocasiones, que este legado se pierda. Ya va siendo hora de que alguien decida recoger la idea que algunos venimos reclamando hace tiempo: crear un museo del folclore montañés. Los recortes de prensa, programas de concursos y romerías, los discos de Aurelio Ruiz, pudieran ser una base sobre la que construir un museo que los amantes de la música popular de Cantabria llevan años pidiendo a gritos. Espero que este mío no sea el último.
Descanse en paz, como vivió, Aurelio Ruiz y reciban sus hijos y familiares el más sentido pésame.
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