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La aparente protección oficial del patrimonio

Las escaleras y pasillos en el ámbito del gran arco de Banco Santander no son necesarios para posibilitar el uso del edificio como museo

Sábado, 22 de mayo 2021, 07:55

A mediados del siglo XVIII, reinando Fernando VI, la modesta villa de pescadores y campesinos de Santander, asiento de cerca de 4.000 habitantes, adquiere un doble rango institucional: en 1754, ser sede de la recién creada diócesis Santanderiensis, y en 1755, ser convertida en ... ciudad. Ambos acontecimientos eran indisociables de lo que constituirá una profunda transformación en la función mercantil que, como espacio portuario, Santander venía desempeñando. En 1765 y 1778, el Estado dicta los decretos de libre comercio con América, poniendo fin al monopolio que desde 1717 ejercía Cádiz y autorizando a diversos puertos españoles, entre ellos Santander, a comerciar directamente con las Indias. A raíz de esto, la ciudad recibe un gran impulso, decidiéndose hacer un ensanche ganando terrenos al mar hacia la boca de la bahía. De esta manera, se formó un nuevo muelle lineal de aguas más profundas y, a su largo, un frente urbano de manzanas que se fueron construyendo según transcurría el siglo XIX, conformando la inicialmente denominada 'nueva población', emblemáticamente representada por el Paseo de Pereda. Prima en él un callejero ortogonal, con manzanas a modo de edificios individuales dotados de buenos materiales con criterio de calidad, como sillería, ladrillo, roble y teja cerámica.

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