El apellido que vino de Pisa

La Historia del Arte registra cinco mayúsculos personajes con el apellido Pisano. Por orden cronológico, resumidos siguen:

Pisano, Leonardo (1170-1240). Leonardo de Pisa o Leonardo Bigollo; más conocido como Fibonacci. Considerado 'el matemático occidental más talentoso de la Edad Media', difusor en Europa de la numeración arábiga. Autor de El libro del ábaco.

Pisano, Nicola (c.1220-c.1284). Escultor y arquitecto; autor, entre otras singulares obras, de la fuente mayor de Peruggia.

Pisano, Giovanni (c. 1248-c.1314). Escultor, hijo de Nicola Pisano; con quien colaboró decididamente al principio, derivando luego hacia una obra menos clásica y más dinámica.

Pisano, Andrea (1295-1349). Escultor y arquitecto; autor de buena parte de la obra escultórica del campanile de Florencia.

Pisano, Antonio (c.1395-1455). En verdad, Antonio Puccio Pisano. Universalmente conocido como Pisanello. Delicadísimo dibujante, pintor y medallista.

En España, sienta cátedra el ceramista italo-trianero Francisco Niculoso Pisano. 'El Pisano'.

Pisano, Francisco Niculoso. 'El Pisano' (Pisa, s. XV-Sevilla, 1529) Ceramista y azulejero italiano, asentado en el sevillano barrio de Triana hacia 1490; donde falleció en 1529. Inventor del 'azulejo pisano' siendo unánimemente considerado como el introductor de la cerámica renacentista en España. En un panel existente en la Iglesia de Flores (Ávila), figura la firma Pisano en una cartela.

Todo apunta a que el apellido Pisano llegó a la capital del Besaya procedente de San Cebrián de Campos (Palencia). Patria de los abuelos paternos (Felipe López Cano y Gregoria Gallinas Tejedor) y los maternos (Román Pisano Herrero y Manuela Santiago Casado). Y de los padres: Eduardo López Gallinas y Cristeta Joaquina Pisano Santiago, sin descartar que ésta naciera en Santa Cruz de Iguña. Donde presumiblemente contrajeron matrimonio a finales del siglo XIX.

Tómese lo apuntado con las debidas cautelas, a falta de confirmación estricta. Sorprendente en extremo es que nadie, en Torrelavega, haya exhumado tan esenciales datos biográficos. Que a estas alturas se desconozca la transcripción literal de la partida de nacimiento y la fe de bautismo de Eduardo López Pisano clama al cielo. Lo que obliga a repetir mecánicamente un dato no contrastado: su nacimiento el dos de mayo de 1912. Sin más detalles.

La primera información édita que he encontrado sobre los Pisanos en Torrelavega se remonta al 7 de junio de 1909. En el Pleno de esta fecha, el Ayuntamiento, presidido por Federico Rodríguez Piró, otorga permiso al peticionario, Eduardo López Gallinas, para la instalación y explotación de 'un puesto de arboricultura y floricultura' en los terrenos de César Campuzano, en la avenida del Cantábrico. A condición de que no fueran edificables.

De pura lógica es que, en este emplazamiento a extrarradios de la ciudad, viniera al mundo Eduardo. Cuarto y último hijo del matrimonio cuya fuente de vida familiar era la horticultura y la ganadería. Flores y vacas, principalmente. Como prueba el segundo premio, dotado con cincuenta pesetas, por la res «La Cartuja» obtenido en la Exposición de Ganados de 1915.

Curioso nombre para una vaca del norte: «La Cartuja». El cual traslada la imaginación a la de Sevilla, altamar de la vajilla doméstica (la cartujana) desde 1841. Y, por extensión, a Triana. Donde el italiano Francisco Niculoso 'El Pisano' revolucionó el cotarro cerámico con la novedosa introducción del azulejo plano pintado en risueños tonos azules y otros colores primarios.

Obras maestras del Pisano lucen en el Oratorio de Isabel la Católica en el Cuarto Real Alto del Alcázar y en la portada del Monasterio de Santa Paula. Adonde nunca la curiosidad llevó al torrelaveguense pintor Pisano.

De todos los Pisanos de quienes hablé a Pisano, le interesó Pisanello y le intrigó Fibonacci. De aquél le agradó el goticismo de los retratos de medio perfil y la fórmula clásica de la firma 'Opus Pisani pictoris' (me pintó Pisano); y de éste, el 'Libro del Ábaco' (1202) y el retrato del autor. A la vista del cual, pengádole al cubata exclamó nuestro Pisano: «Soy yo. Es mi vivo retrato».

Pisano, retratista rápido y certero, se reconoció en el retrato del inventor de 'la sucesión numérica infinita'.

-«Soy su doble, su reencarnación», estuvo para sí mascullando un rato.

A título meramente referencial, obsérvese la ilustración. Tocado medieval aparte, quien conociera a Pisano fácilmente reconocería el parecido existente. Rostro franco, cabello moreno, ojos grandes, mirar sesgado, sonrisa insinuada, cuello alto, hombros arqueados. Espontáneamente, Pisano le nombró 'El Pariente'. Y pidió ginebra con lágrimas de coca-cola para reponerse del susto.

Del retrato del matemático existen infinidad de interpretaciones, sin que las variantes modernas se alejen de la inicial más que por la técnica y el tratamiento.

Que Pisano tirara a la papelera de una estación de metro de París la regleta transparente con la proporción áurea que le procuré para mirar lo que pintaba antes y después de pintarlo fue lo más sensato que seguramente hizo en su vida. Pintar con normas no iba con su temperamento, tan alejado del cálculo mental.

Con tan resolutoria acción, Pisano consagró la teoría del Pariente. El cero, inexistente en la numeración romana que Fibonacci implantó en occidente, puede simbolizar la nada o añadir valor a los números a los que se asocia.

Un cero a la izquierda o un cero a la derecha sublima la relatividad de las cosas que son en cuanto que son. El Pariente pintaba con números. Y él, con el color que simboliza el revés de la luz: el negro. Color que en su paleta vale más que la suma de todos los demás colores. Fue su inconmensurable color cero.