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Durante meses el debate sobre la economía del país ha sido central. En una coyuntura tremendamente complicada, pandemia y guerra mediante y con un horizonte lleno de incertidumbre, desde la oposición política, social y mediática se lanzaban duras críticas sobre la política económica del Gobierno ... y se dibujaba un negro panorama para el otoño-invierno. Se daba por hecho la llegada de la recesión económica y la discusión se versaba sobre la intensidad y la duración de la misma. Para todos los males esos mismos actores proponían la misma solución: bajada de generalizada de impuestos, y con ello la reducción del papel y tamaño del estado.
Hoy el debate económico no acapara tanta atención. ¿Porqué? Por varias razones.
El discurso económico de la derecha española está fuera del consenso europeo y en general de occidente. Bastó que la efímera primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, impulsara medidas similares a la que aquí propone el PP para que se desatara una enorme tormenta económica: caída de la libra, amenaza de los mercados financieros… La conclusión ya se sabe: cambio de primer ministro, cambio de gobierno y giro radical en la política económica.
En un contexto de gran incertidumbre los augurios agoreros sobre España no se han cumplido. Tenemos la inflación más baja de la UE, a pesar del incremento de los precios de la alimentación. No tendremos recesión, sino más bien el mayor crecimiento de los grandes países de la Unión. El mercado de trabajo se comporta sorprendentemente bien, incluso en los meses poco propicios.
Todo esto tiene que ver con el importante papel del Estado, a diferentes niveles, en una coyuntura muy complicada. Empezado por la Unión Europea, que también es Estado, con un giro radical en la forma de abordar, tanto la pandemia como la guerra de Putin, con respecto a cómo afrontó la crisis financiera de 2008. Las recetas conservadoras de entonces, austeridad expansiva lo llamaron, fueron un fracaso que afortunadamente no se han vuelto platear en Europa para afrontar ahora la crisis.
En España, a través de las políticas del Gobierno, se ha afrontado la coyuntura con determinación y acierto. A través de los ERTE se salvaron miles de puestos de trabajo y pequeñas empresas. Con la excepción ibérica y otras medidas energéticas, tenemos la inflación mas baja de la Unión Europea. Con la política fiscal se está produciendo un reparto más justo de la crisis, protegiendo a la clase media y los más vulnerables exigiendo un esfuerzo adicional y temporal a las grandes compañías energéticas y financieras y a las grandes fortunas. Fortalecer la clase media es la base necesaria para una economía robusta, una sociedad más igual y, con ello, una política menos polarizada. Como conclusión las estimaciones de crecimiento de la economía española para 2022 y 2023 se están revisando al alza, cuando hace semanas lo eran a la baja, y siempre por encima de los países de nuestro entorno. A la vez nuestra economía está abordando un proceso trasformador, en la senda europea, basado en la transición medioambiental y la digitalización.
En todo esto es capital el papel del Estado como emprendedor, junto a la iniciativa privada, y de la política económica que desde el mismo se realiza. Es destacable esta visión frente a los que demonizan el Estado en aras de una supuesta libertad. ¿Qué hubiera sido de la sociedad española, de su tejido empresarial, sin la acción del estado ante la pandemia y la guerra de Putin? Hoy la movilización social más importante es por más y mejores servicios públicos.
Para ello es importante la gestión presupuestaria tanto desde el punto de vista del ingreso como desde el gasto, incluidos los sueldos y gasto corriente que para algunos es un mastodonte opresor. Si nos centramos en Cantabria el 85% del gasto en sueldos se destina al personal sanitario que nos atendió en la pandemia y nos atiende cada día, al personal docente que educa a nuestros hijos y nietos, al personal que ejecuta las políticas sociales o a los que aportan la seguridad. El gasto corriente incluye, entre otros, el pago del gasto de farmacia de nuestros hospitales que es gratuito para el paciente, el trasporte escolar gratuito para que 17.000 niños puedan acudir al colegio todos los días o la transferencia para la Universidad de Cantabria.
Siempre, y más en una situación de incertidumbre, es importante el debate económico. Pero sería conveniente hacerlo con menos polarización, basado en datos, para constatar que, en estos momentos, las perspectivas de futuro de la economía española han mejorado sustancialmente. Lo triste es que algunos, que alardean de patriotismo, pretenden que no se hable de ello porque no les interesa que se sepa no vaya a ser que se le fastidie su discurso catastrofista.
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