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El 20 de octubre de 1891 llegaban a Santander los coches que iban a constituir el equipamiento fundamental del tranvía que pronto sería inaugurado. Explicaba 'El Atlántico' el día 23: «Son quince, a saber: diez de segunda clase, para verano; dos de igual categoría cerrados, ... para invierno; y tres de primera, uno de ellos dividido en dos compartimentos o saloncillos. Son amplísimos, sumamente cómodos, con pasillo central para establecer comunicación en todo el tren y grandes plataformas en los extremos, para diez viajeros en cada una. Llevan freno automático por vacío, sistema Vacum-Braker. Los aparatos de alumbrado son excelentes y están dispuestos para ser empleada la luz eléctrica o de petróleo. La decoración interior de los carruajes es de madera de teca, nogal y caoba, y el exterior, de plancha de hierro, está pintado imitando estas mismas maderas. Los departamentos de primera están tapizados de terciopelo encarnado».
Por fin, el 10 de febrero de 1892 anunciaba la prensa santanderina: «Hoy, a las 9.30 de la mañana, se dará el último barreno en el túnel del nuevo ferrocarril del Sardinero, no habiéndose terminado ayer la perforación con objeto de solemnizar hoy el feliz resultado. Las demás obras están casi concluidas y se ha empezado a tender la vía en las calles de la ciudad».
Los mismos periódicos narraban al día siguiente: «Ayer por la mañana, a las 9.30, en presencia del ilustrado ingeniero director, propietarios y empleados principales, se disparó el último barreno, cuya explosión puso en comunicación los dos lados del túnel, habiendo resultado la perforación con sinigual precisión matemática. El entusiasmo de los obreros no reconoció límites; hubo aclamaciones al ingeniero, se colocó una gran bandera en lo alto de la colina perforada y fueron disparados infinidad de cohetes, estallando uno con tan mala suerte que hirió, aunque con ligeras quemaduras, al reputado pintor don Antonio Gomar que estaba a la boca del túnel. El resto de la mañana se empleó allí en celebrar de lo lindo el éxito de los trabajos; y por la tarde se puso término a la fiesta con un viaje de placer, al que habían invitado a sus amigos los dueños del nuevo ferrocarril y su director facultativo, que hoy ha recibido las más cumplidas felicitaciones. El tren, compuesto de la locomotora 'Cañía nº 1' y dos carruajes elegantísimos, uno de primera y otro de segunda, partió a las 3.30 horas de Molnedo con gran algazara de los numerosos curiosos que allí se habían agolpado, y subió en menos de tres minutos a la boca del túnel, donde hizo alto, según se había anunciado en el programa. En la locomotora iba, con el maquinista y el fogonero, el joven ingeniero Alberto Corral, cuya primera obra de importancia ha alcanzado tan próspero resultado, y en los coches, además de los señores Pombo y del director gerente señor Platón, varios ingenieros, periodistas y amigos. La mayoría se atrevió a penetrar en el túnel, lo cual supone valor por lo embarrado del camino que había de recorrerse, y que recorrieron penosamente los más atrevidos, precedidos cada dos por un capataz que llevaba un candil de los que usan los trabajadores. Los visitantes al subterráneo, entre los que vimos a los distinguidos ingenieros Villanova de Campos y Santamaría, al director de las obras, al joven abogado del Estado don Isidro Pérez de Oliva, a los señores Pombo (don César, don Arturo y don Carlos), a don Pablo Platón, a don Gregorio Mancina, al pintor don Antonio Gomar, a don José Estrañi y al contratista señor Cuevas, quedaron muy satisfechos del estado en que hallaron las obras. Se consolaron, además, de las peripecias vividas haciendo el relato de lo que vieron y sintieron dentro del túnel, ya que no con haber satisfecho los derechos 'de paso' que, según costumbre, les cobraron los mineros. Entretenidos los expedicionarios con estas historias, regresaron al depósito de carruajes, cerca del cual se habían agrupado muchos curiosos, y allí fueron obsequiados espléndidamente con pastas, dulces, vinos generosos y cigarros, no habiéndose dado brindis que lamentar al beber el champagne, aunque sí repitieron los invitados sus plácemes a dueños y directores y ponderaron mucho la perfección de los trabajos y las condiciones del material móvil. A las 5.30 continuaba todavía la fiesta…, y seguían celebrándola los mineros».
Con todo, no concluyeron las obras sin que se produjeran algunos incidentes reseñables, como la denuncia que puso a la empresa Pablo Piqué Cami, vecino de Torrelavega, por haber construido un muro de contención en Tetuán que creía que perjudicaba a sus intereses; no obstante, fueron desestimados la querella y los sucesivos recursos que interpuso. También había tenido la compañía que hacer a sus expensas una alcantarilla en San Martín, actuación que le fue gratificada por el Ayuntamiento con 1.250 pesetas.
Las obras del tranvía concluyeron definitivamente el 11 de junio. Dos días después, a las 5.00 de la tarde, se efectuó el 'viaje de prueba'. El tiempo era borrascoso y derivó en violenta tormenta, no obstante lo cual el convoy se puso en marcha, yendo de maquinista Alberto Corral con los Cuevas, padre e hijo, de auxiliares, y viajando en los coches Juan Pablo Gutiérrez Colomer (gerente del 'tranvía urbano'), Arturo Pombo Villameriel, Carlos Pombo Escalante y Manuel Cacho Acebo. En la plaza del Pañuelo recibió a la comitiva César Pombo Villameriel. A la mañana siguiente decía 'El Atlántico': «Ayer tarde pasaron por primera vez el túnel de Miranda las locomotoras del nuevo ferrocarril y un tren completo en que iban unas cuantas personas de las invitadas y casi todos los obreros que han trabajado en la línea. El recorrido que hizo fue el comprendido entre la calle Peña Herbosa y la estación del Sardinero, distancia que franqueó en cuatro minutos».
El día 16 se realizó el 'ensayo general con público'. Como el viaje era gratis, acudió mucha gente, entre la cual había una dama, la señora de Peláez. La recepción de las obras tuvo efecto el 21, brindándose acto seguido con champán. Y el 23, a las 10.30 de la mañana, el tranvía fue bendecido, frente a la iglesia de Santa Lucía, por el provisor del Obispado, al que asistían el párroco Pedro Gómez Oreña y los coadjutores del citado templo. A continuación, el clero y los empresarios, estos con sus esposas e hijos, subieron en el tren que les llevó a El Sardinero, donde disfrutaron de un espléndido aperitivo.
La línea entró en servicio el día 24, fiesta de San Juan, en homenaje póstumo a Juan Pombo Conejo, I marqués de Casa Pombo. No hubo inauguración oficial, pero la empresa entregó, para su distribución entre los pobres, mil bonos de pan al Obispado y otros tantos al Ayuntamiento. Y los establecimientos del Sardinero organizaron esa tarde una fiesta a base de cohetes, bailes y música de la Banda Municipal, que dirigía Antonio Santamaría del Chorro. Cierta 'crónica general' rimada de la construcción del 'tranvía a vapor' fue compuesta con su pintoresco estilo por el maestro laico Marcos Linazasoro, a quien se la publicó 'La Voz Montañesa'. Cuarenta y ocho estrofas a razón de ocho versos cada una integran la labor, que plasma el entusiasmo de su autor ante la irrupción de un vehículo que «cruza el túnel cual rayo, haciendo alarde / de su presión y fuerza prodigiosa», y que acaba felicitándose porque «el proyecto / ha tenido un final pluscuamperfecto».
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