Un aplauso infinito

Está este teclado que echa humo, casi tanto como el móvil. Es lo que tiene hacer un periódico desde la distancia, crear una redacción virtual ... cada uno en su casa. Aquí, en este salón, no se oye a nadie aporrear las teclas. Levanto la vista del ordenador y no está la jefa de Local ni nadie del equipo. Al fondo veo la cocina. Giro la cabeza a mi derecha y tampoco están los redactores jefes de Fotografía y Cultura ni el equipo de Diseño. Sólo hay un mueble lleno de recuerdos. A mi izquierda no está el responsable de internet, sólo un sofá en el que no hay nadie sentado a esta hora. Y al darme la vuelta, ni rastro de los subdirectores. Entra la luz por el ventanal del balcón que da la urbanización. Visualizo todas las secciones (Región, Economía, Deportes, Cultura, Opinión, Cierre...) pero no hay nadie. Tampoco veo al director presidiendo las reuniones en la sala de primera. Levanto la cabeza del teclado y no estoy en la redacción. Una semana y dos días fuera de ella, sin salir de casa. ¿Hasta cuándo? Es la pregunta sin respuesta que nos hacemos todos. Así que no queda otra que seguir mientras el bicho este no nos pare. Había pensado entonces para el comentario de hoy descargar mi frustración, mi rabia, con alguien. ¿Alguna preferencia? Tengo una lista muy amplia, así que no sería una tarea muy difícil. Pero no. No es el momento. Ya habrá tiempo. Todo lo contrario. Es hora de arrimar el hombro y de respetar al cien por cien todas las recomendaciones para frenar los contagios. Y por supuesto también es hora de aplaudir. Hay que aplaudir tanto y a tantísima gente que merece la pena de verdad que cualquier ovación se quedaría escasa. Pero hagámoslo. Aplaudamos. Salgamos al balcón a las ocho para seguir reconociendo la labor del personal sanitario y aprovechemos también para hacerlo extensivo a quienes, habiéndolo perdido todo, muestran aún su lado más solidario. Un aplauso infinito.