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Siete meses después de que la pandemia del covid-19 obligara al Gobierno de España a decretar el estado de alarma, es momento de ... hacer balance, aunque sea somero, de lo ocurrido y sobre todo, de extraer algunas lecciones que resulten útiles de cara al futuro. No se trata tanto de señalar culpables y exigir dimisiones sino de lograr indicadores que eviten reiterar errores.
Para avanzar y encontrar soluciones es obligado partir de un conocimiento de los hechos. Sin esa premisa no habrá silogismo válido. En este caso es necesario partir de que la pandemia ha sido universal, que a todos los gobiernos tomó por sorpresa y que existen importantes lagunas en el conocimiento científico del virus, que ha causado tantos muertos y una profunda crisis económica.
A la hora de valorar los resultados de las diferentes acciones gubernamentales, a España se la debe comparar con el resto de países europeos y los datos son concluyentes: nuestra nación es la que presenta un balance que, si no es el peor de toda la UE, es el segundo más negativo..., y no solamente desde el punto de vista sanitario, sino también en lo referente al daño sufrido en la economía. Con este dato incontestable parece lógico que se estudien los modos de actuar de otros gobiernos, compararlos con las decisiones del español y extraer enseñanzas. Pero hasta la fecha no se ha hecho así.
En lo referente a la transparencia, a la obligación de informar con precisión a los ciudadanos, el resultado es también decepcionante. Tras más de medio año de decretarse el estado de alarma, no hay consenso sobre el número de víctimas mortales y la diferencia entre la cifra oficial, que publicita el Gobierno, y la que ofrecen organismos independientes revela una diferencia de casi el cincuenta por ciento. Algo absolutamente incomprensible. Ahora mismo los datos del día a día se transmiten con retraso y sin armonización.
Esta incapacidad para obtener estadísticas fiables y completas lleva a otra conclusión: la fragmentación autonómica resulta un lastre y no se entiende que en esta materia no exista un organismo central que coordine las consejerías de las diferentes regiones, para aportar datos con criterios universales y de manera simultánea. La tarea para curar enfermos, detectar afectados, etc. no debe estar al albur de criterios variopintos. La imagen que se transmite es la de un país incapaz de sumar el número de contagiados y fallecidos.
La estrategia de comunicación ha sido muy eficaz para los intereses del gobierno, porque en lugar de recurrir a una actuación a la defensiva, con escasas apariciones en los medios de comunicación, los responsables de la información en Moncloa optaron por la contraria: inundar las televisiones de entrevistas y apariciones del ministro Illa, Pedro Sánchez, Simón, etc. La izquierda ha aplicado con inteligencia el aforismo que afirma que la mejor manera de esconder un árbol es colocarlo dentro de un bosque.
Otra lección que debemos extraer de lo sucedido es que hay que separar con rigor y firmeza el trabajo de los expertos del que realizan los políticos. En España se debió constituir un grupo de científicos, elegidos entre los mejores y por consenso, para que fueran quienes trazaran las líneas maestras para atajar la pandemia. Una norma genérica que se aplicara en todo el territorio nacional. La fútil pugna de algunos gobiernos autonómicos por mantener el prurito de su independencia respecto del gobierno de España ha tenido consecuencias negativas. Cuando se ha visto la necesidad de unificar criterios para todos los países europeos, resulta incomprensible que en España la tendencia ha sido la contraria.
A la hora de analizar lo ocurrido debemos desentrañar un misterio: ¿Cómo es posible que España tuviera el más duro confinamiento, mantenga medidas estrictas y otros países europeos mucho menos rigurosos obtengan mejores resultados? En los países escandinavos -más fríos y con peor clima- las restricciones de movilidad han sido mucho más leves que en España y la pandemia no ha tenido, ni de lejos, la gravedad alcanzada en nuestra nación. En Francia, Alemania y otros países la norma para reuniones y uso de mascarilla ha sido mucho más laxa que aquí, y los niveles de contagios y defunciones están muy por debajo de los españoles.
Todo indica que es preciso activar una comisión de investigación, formada por científicos, para averiguar las causas de este desigual comportamiento del virus en territorios vecinos, con modos de vida muy similares e idénticos buenos niveles de atención sanitaria.
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