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Tras la carrera entre la tortuga y la liebre, ésta, en un primer momento montó en cólera, se frustró grandemente, pues la favorita era ella. Después pensó que ella era culpable por haber despreciado olímpicamente a la tortuga, para pasar a discurrir que su ridículo ... pasaría a la historia, y que por los siglos de los siglos, miles de infantes la tendrían por referente negativo. No acababa de aceptar que la tortuga fue mejor que ella, entre otras cosas, por su humildad, y por no darse por vencida antes de empezar, para con todas sus ganas, intentarlo, creer que era posible. ¡Estaba tan avergonzada!
Como en el mundo de los mamíferos lagomorfos de la familia Leporidae no hay psicólogos, tuvo que ser un amigo, pues en muchos casos, escuchan y dan el consejo oportuno, (y son infinitamente más baratos), quién después de oírla por enésima vez compadecerse de sí misma, le dijo lo siguiente: «No eres un perdedor por haber perdido, el resultado no nos define, sí lo hace la manera de afrontar las situaciones. En ocasiones, hay que fracasar varias veces para conseguir el objetivo». Para terminar, le indicó que nunca debe darte vergüenza perder, lo humillante es darse por vencido.
Nadie escapa de las derrotas, incluso en el día a día es común que tengamos que afrontar pequeñas situaciones en las que no alcanzamos nuestras metas tal y como lo planeábamos. Aprender a perder es una enseñanza que tenemos que poder brindarles a niños y alumnos desde pequeños, perder no es algo que solo ocurra en los juegos. Como diría Simeone, hay que ir 'partido a partido'. Sólo en el diccionario, éxito está antes que trabajo.
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