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Pedro Sánchez anunció la noche del jueves que el PSOE y Unidas Podemos registrarían ayer una proposición de ley en el Congreso para sustituir el vigente delito de sedición por otro de desórdenes públicos agravados. Un anuncio que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ... saludó como un logro propio, fruto de un acuerdo con La Moncloa, que en su relato abre el camino hacia modificaciones legales asimilables a la amnistía reclamada por el independentismo catalán y a la convocatoria autorizada de un referéndum en Cataluña. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, advirtió de que revertirá esta «aberración» si alcanza el poder. La vía elegida no solo acelera la tramitación de este cambio en el Código Penal, sino que está pensada para eludir los dictámenes preceptivos -aunque no vinculantes- del Consejo de Estado, el CGPJ y el Consejo Fiscal que habría requerido un proyecto de ley sobre su pertinencia y solidez jurídica.
Es natural que la iniciativa satisfaga a los secesionistas. Cuando sea aprobada, rebajará de forma sustancial las penas por las que fueron condenados los líderes del 'procès' y a las que pueden enfrentarse los fugados de la Justicia por esa causa. Pero sus efectos van mucho más allá, ya que elimina el delito de sedición -cuya confusa tipificación justificaba actualizarlo- sin crear otro equivalente para acciones que intenten violentar el orden constitucional, como las desarrolladas en Cataluña en torno al referéndum independentista del 1 de octubre de 2017. De forma que, de prosperar la proposición de ley, que ha abierto grietas en el PSOE, el Estado tendría menos herramientas para defenderse de hipotéticos ataques futuros a su integridad territorial. Porque eso, y no unos desórdenes públicos graves, fue lo que juzgó el Supremo. Aunque no se llamen sedición, las penas previstas para tales actuaciones en los principales países europeos son muy superiores a las vigentes en España, como aclaró en su sentencia el Alto Tribunal, lo que cuestiona la coartada de la homologación con la UE esgrimida por el Gobierno.
La reforma del Código Penal precisa de mayoría absoluta, que Sánchez se garantiza con el respaldo de ERC. El presidente encarrila así la aprobación de los Presupuestos y el final de la legislatura, consolida su relación con los republicanos y posiblemente ayuda a destensar el clima político en Cataluña. Pero se trata de una apuesta de alto riesgo que habrá de explicar con sólidos argumentos y cuya rentabilidad en las urnas contrastará en el año electoral que se avecina.
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