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Últimamente Afganistán está en las noticias. No debería serlo, los que hemos visitado años atrás este país, sabíamos qué iba a ocurrir en cuanto la intervención militar internacional se fuera de allí. Lo primero que te llama la atención cuando llegas a Afganistán y ... bajas del avión, es el polvo en suspensión. Es una sensación que te persigue durante todo el tiempo que estás allí. Desde el primer momento notas la boca llena de arena, se mastica. Arena que se mete en la boca, pero también en las orejas, los ojos... Lo siguiente que llega a desesperarte son las moscas, unas moscas lentas pero insistentes, que buscan los lugares donde antes se metió la arena; la boca, las orejas, los ojos... Estar allí es revivir la película 'El día de la marmota', con Bill Murray. Siempre era lo mismo, un día, otro, volvías al año siguiente y todo era igual, como si no hubiera pasado el tiempo desde la última vez.
Estás en el país de «los domadores de caballos», eso significa Afganistán, tenga que ver con ello o no, lo cierto es que Ciro el Grande, Alejandro Magno, los británicos, rusos y americanos no han logrado conquistar Afganistán. La situación geográfica lo ha convertido en lugar de encuentro de imperios y civilizaciones, así como en importante cruce comercial, como la ruta de la seda. Este hecho, así como su estructura tribal, hace difícil la definición de Afganistán como Estado a lo largo de la historia. La primera barrera con que topas es el idioma, aprendes algunas palabras, pero no es suficiente.
La única forma de comunicarte en Afganistán son las miradas. Tienes las siempre inocentes y alegres de los niños que te piden chocolate. Están también las de esperanza y miedo de los adultos que esperan justicia, entendida a la manera occidental. Más preocupantes son las de los que no te miraban nunca a los ojos, en ellas podías adivinar el odio y la desconfianza de los que no quieren que cambie un sistema propicio para sus intereses. Por último están las miradas que nunca vi, no menos expresivas, las que se adivinan detrás de un burka de color azul claro. Aquellas mujeres no tenían más derechos que los que les dejara su marido. Y hablar no era uno de ellos.
Después de veinte años de la ocupación de Afganistán en nombre de la libertad y la justicia, es desolador pensar no sólo que todo ha sido una pérdida de tiempo, sino que incluso puede que para los que sobrevivan, la vida sea más difícil, cruel, injusta y terrible que antes del 11 de septiembre de 2001.
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