El Archivo Lafuente en Santander
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Una decisión en la que todos ganan con las semillas del relato cultural y artístico del siglo XXCon su habitual solidez argumental, mi buen amigo Juan Luis Fernández desgranaba en estas mismas páginas lo que significaba el hecho de que el Archivo Lafuente finalmente se quedé en Santander y hacía un diagnóstico bastante certero de algunas de las singularidades estructurales de ... la región. Estoy bastante de acuerdo con muchos de sus planteamientos y en paralelo a sus reflexiones, me gustaría abordar algunas cuestiones de lo que sin duda es una de las grandes noticias de este año para nosotros y para España.
Comenzaré por José María Lafuente, el coleccionista, a quien conocí en el entorno de 2002 en el Meiac de Badajoz a través de su inolvidable director, Antonio Franco. Me comentó en una ocasión José María, que en aquel momento fui una de las personas que le animó a emprender la creación de una colección de documentos culturales y artísticos en lugar de lanzarse a las subastas de obras de arte, un mercado en el que pujan grandes fortunas y que por el tamaño de los contrincantes presenta éxitos inciertos. Honestamente no me acuerdo de aquel detalle, pero a José Maria Lafuente le ocurre lo que a todos los excelentes y apasionados coleccionistas que acaban haciendo un esfuerzo tan singular y es la preocupación por el destino de su patrimonio en el futuro. En mi caso, viví una situación parecida con Tomas Mallol, un empresario catalán que agrupó durante años la más importante colección mundial de aparatos ópticos y de pre-cine, y era tal la dimensión de lo que había ido recopilando que sabía del riesgo de desmembramiento cuando él ya no estuviera. En ese caso, y con una fórmula plurianual similar a la que se ha hecho a nivel estatal con el Archivo Lafuente, el Ayuntamiento de Girona adquirió su colección que se hubiera desmembrado y creó el Museo del Cine que hoy es un referente europeo y una atracción de la ciudad.
En el caso de José María Lafuente, empresario de éxito que bien hubiera podido, muy legítimamente además, haber empleado el fruto de su trabajo en otras aficiones como la compra de automóviles de lujo o lo que fuera, tenemos que agradecerle no solo su acertada decisión en especializarse en algo como la documentación artística en la que no había en aquellos momentos muchas personas interesadas ni se le veía utilidad, sino, sobre todo, en la generosidad de apostar porque ese fondo se quedase en Cantabria, concretamente en Santander, adscrito a un museo internacional tan importante como el Mncars y haber aguantado estoicamente algunas incomprensiones públicas que causaban un cierto estupor porque no entendían para nada el valor de la cultura especializada en los entornos económicos posmodernos en el que nos encontramos en estos momentos.
El segundo gran actor que gana y mucho con esta operación es el propio Mncars, que logra con este centro adscrito un potencial de intercambio formidable a nivel internacional. He trabajado en algunas ocasiones con el Reina Sofía -ahora mismo estoy en un tema con ellos- y tengo que decir que su equipo directivo es muy profesional y con las ideas muy claras respecto a su papel museístico y han conseguido algo muy singular en la cultura española y es la percepción de la suma y la colaboración frente a la del conflicto que es tan característica -y no solo en España-, de la gestión cultural. Pero nuestro Centro Nacional de Arte contemporáneo tiene una hándicap específico y es que nació en 1992, cuando España alcanzo una visibilidad internacional gracias a la Transición, pero era ya un momento en el que las colecciones contemporáneas estaban ya asentadas en otros lugares del planeta. No hay que olvidar que el MOMA de Nueva York se creó en 1929 cuando las posibilidades de adquisición eran otras, y con toda seguridad si no hubiéramos sufrido una guerra civil y el consiguiente franquismo, España se hubiera dotado de un centro de arte contemporáneo mucho antes.
En un escenario como el actual en el que quienes de modo privado pujan por obras de arte en unos mercados desbocados en precios y que en muchos casos las adquisiciones se 'invisibilizan' porque van a parar a los búnkeres de obras de arte de Hong Kong, Manhattan y otros lugares similares o se exhiben en los yates de las grandes fortunas de modo muy exclusivo, los centros de arte recientes tienen dificultades de transaccionar en el mercado internacional de préstamos de piezas, y el hecho de que el Centro español cuente ahora con nada menos que las semillas del relato cultural del arte contemporáneo mundial, le da una posición inmejorable internacional con un archivo en el que se realizarán investigaciones, se formará a especialistas en este campo, y sobre todo se ha convertido ya en un referente obligado para entender un periodo cultural tan importante que gracias al Archivo Lafuente no solo se le puede dotar de significado sino que estará abierto en el futuro a todas las resignificaciones que sean necesarias por el cambio de valores y parámetros interpretativos que aparezcan.
Y por último hay un tercer actor que sale ganador y es Cantabria y de modo singular Santander. La región se ha puesto de moda, tiene una enorme capacidad de atracción y con un Centro de estas características junto al resto de las iniciativas culturales que existen o se están configurando en estos momentos, ofrece una oferta de una excelente calidad en la línea, como muy bien explicaba Juan Luis Fernandez, de ciudades como Málaga que ha sabido encontrar en la cultura uno de sus motivos de visita con lo que supone también en lo económico. Coincido con Juan Luis en que el modelo macrocefálico de Santander frente a otros lugares de la región distorsiona, pero es evidente, que el eje expositivo con el que cuenta la ciudad, si se hace bien a futuro, se corrigen algunos relatos museísticos que todavía no han logrado cuajar como el Centro Botín un tanto errático en su oferta, y sobre todo cada cual se especializa en un ámbito cultural específico, tenemos los ingredientes de éxito para convertir la ciudad y por ende a Cantabria en una de las 'marcas' de cara a un futuro en el que la cultura es primordialmente un factor económico de primera magnitud por todo lo que arrastra consigo.
He querido enumerar a los tres actores centrales de esta operación y creo honestamente que nos encontramos ante una oportunidad única, y que, de otro modo repite la inteligente operación que se hizo cuando comenzó en el siglo XX el entonces turismo de élites. Hoy, en los nuevos escenarios en los que nos encontramos, la cultura tiene un papel fundamental y sin duda, que el Archivo Lafuente permanezca en Santander contribuirá y mucho a nuestro desarrollo en los años venideros. Gracias, querido José María Lafuente por tu generosidad y tu tesón, por haber sabido crear una colección tan única y singular como la que constituye la que ahora va a ser patrimonio público desde Cantabria.
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