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El arco del Santander

La intención de Chipperfield es que el edificio pase de ser un banco a ser acogedor y abierto. Para mí, ese arco, es sencillamente envidiable

Sábado, 7 de diciembre 2019, 08:26

En el reciente ciclo de conferencias que organizó el Colegio de Arquitectos de Cantabria, el arquitecto británico David Chipperfield, Premio de Arquitectura Contemporánea de la UE, ha presentado el Proyecto Pereda. Un lujo y un orgullo para Santander –para toda Cantabria– poder contemplar toda la riqueza de las colecciones de arte propiedad del Banco de Santander.

En este terreno Torrelavega no puede competir, pero algún día –eso deseamos– llegará a tener con sus fondos su propio museo de arte, si es que antes toda la ciudad no queda convertida en un museo de la pasada época industrial. Lo que veamos.

La intención de Chipperfield parece buena. Desea que el edificio pase de ser un banco a ser acogedor y abierto. En su exposición realizó una glosa del valor y el simbolismo del arco central que hoy luce el edificio de la entidad bancaria. Para mí, ese arco, abriendo su luz hacia la bahía en el medio del Paseo de Pereda de la capital, es sencillamente envidiable. Lo que ha llamado la atención es que ante sus colegas de Cantabria descubrió –supongo sin rubor alguno– que el «el corazón del edificio es un agujero», y que con el acristalamiento del emblemático arco le rinde un homenaje, no lo destruye. Menos mal que el agujero seguirá para que puedan circular –por debajo, claro– coches y hasta autobuses.

Aunque en Torrelavega no tenemos ningún arco de esas características, disponemos de bastantes arcos –algunos con cierta elegancia–, tanto en la Plaza Mayor como en la de Baldomero Iglesias; ¿por qué no tomar las ideas de Chipperfield ante su reto de trabajar con edificios ya existentes a los que «hay que mejorar su sostenibilidad y conservar y transmitir las atmósferas intrínsecas del lugar»? Más o menos, dijo algo así.

Puestos a hacer homenajes, no sé si este modelo podría llevarlo Chipperfield al célebre Arco de Triunfo de l'Etoile en París, o en Londres al de Wellington en Green Park, o a Marble Arch. Desde luego, con esa especie de peceras daría que hablar. ¿Y si acristaláramos algunos de los arcos que tenemos desperdigados en nuestra ciudad? ¿También haríamos esos edificios más acogedores y humanos? Ya nada nos sorprende… ¿Acaso no fue Renzo Piano –otro famoso– el que ha hecho posible que descubriéramos la belleza de nuestra bahía desde el Centro Botín? Ahora, por un agujero.

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