Lo arduo
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Para los chinos la dureza entraña una labor, ensalza el valor de la mismaLa afición de los chinos por la dificultad, lo esforzado, lo sofisticado y lo laborioso es llamativamente grande. Como muestra: su propio idioma. Hay muchos otros idiomas complicados -el árabe, el japonés, el húngaro o el ruso- pero, efectivamente, ninguno tan complicado como el ... de los chinos. No es casualidad: para los chinos la dureza que entraña una labor, ensalza el valor de la misma. Un proverbio chino se hace eco de esta creencia, que se ha trasladado a la medicina tradicional china, diciendo: «si no amarga, no cura». No basta, por tanto, con que el resultado sea bueno, es importante, además, que haya sido difícil de conseguir.
Probablemente, la obra de arte que más ha llamado mi atención de cuantas he visto la contemplé en el Museo Nacional del Palacio, en Taipei, donde se reúnen muchos de los tesoros que el Kuomingtang -el gobierno republicano del perdedor de la guerra civil: Chiang Kai-Sheck- sustrajo de la Ciudad Prohibida y trasladó en su huida a Taiwan. Tras un par de horas visitando salas repletas de refinadas porcelanas, caligrafías delicadas, filigranas de cobre, abanicos, tapices, bordados, piezas lacadas y jades de valor incalculable, llegué a una habitación donde se mostraban pequeñas tallas. Allí, en una de las vitrinas centrales, se exhibía una barca tradicional de pescadores. En el interior de la barca, se adivinaban varios personajes y toda la escena transmitía una serenidad bucólica. Por una de las ventanas de celosía del barco se asomaba un personaje que parecía ensimismado en la contemplación de algo. La obra en cuestión no tendría nada de especial, de no ser porque está esculpida en ¡un hueso de aceituna de 3x1 centímetros! Sólo cuando me acerqué lo suficiente me percaté de que estaba mirando una minúscula pepita a través de una enorme lente de aumento. Ese mismo museo -el mejor de arte chino del mundo- está repleto de otras obras de arte cuya elaboración es el producto de cantidades ingentes de paciencia, tiempo y dedicación.
No por nada, cuando un trabajo es tedioso, duro, extenuante (e incluso doloroso), se dice que es un trabajo de chinos. Efectivamente, la sabiduría popular da en el clavo: los chinos son gente muy currante que concede un valor inmenso a una labor, cuando esta es el resultado de un esfuerzo ímprobo. El juego más complejo del mundo -el Go- también es chino; un juego estratégico sobre tablero, con más de 3.000 años de antigüedad, cuyas partidas pueden durar varias horas o días. De hecho, su complejidad es tal que Google decidió elegirlo como desafío para su sistema de inteligencia artificial -AlphaGo- en una partida que enfrentó a un algoritmo frente a un jugador humano.
No escasean los ejemplos de las labores extremadamente complejas que los chinos se han propuesto (y han logrado) a base de tiempo, lágrimas, sudor (y sangre). Sólo los tramos de la era Ming que componen la Muralla china tardaron 200 años en construirse y emplearon aproximadamente 1,5 millones de efectivos (el coste en vidas del conjunto de ramales que compone la obra es incalculable pero sus trabajos de edificación se prolongaron durante 22 siglos). Los 1.800 kilómetros del Gran Canal fueron cavados «a pedal» por más de cinco millones de personas. La Gran Flota de ZhengHe o el ejército de soldados de terracota de Xian también son muestras de esa querencia china por las obras extremadamente complejas. Otro buen ejemplo de la devoción de los chinos por las tareas exageradamente difíciles es el 'Calibrador de Estrellas', un poema construido en forma de cuadrícula con 29x29 caracteres y que -equivaliendo, de algún modo, a nuestros palíndromos- permite formar combinaciones, rimadas, de hasta 3.000 poemas capaces de ser leídos en cualquier dirección. En fin, una suerte de sudoku-poético cuya elaboración entraña una complejidad insólita y que debió exigir una eternidad a su autora.
Tras varios años viajando por China desarrollando su mercado para marcas occidentales, observé como los clientes se sentaban a la mesa de negociación con una actitud diferente tras verme, pico y pala, ir y venir, y volver, y regresar, insistentemente, año tras año, cargado de maletas. Un chino -sea socio, proveedor, cliente o simple espectador- valora enormemente el esfuerzo, el empleo sostenido de tiempo en algo; la insistencia y la resistencia. Dicen los finlandeses que hay tres cosas que los hombres pueden contemplar indefinidamente «el agua fluir, el fuego arder y a otros hombres trabajar» pero, ¿por qué les gusta tanto a los chinos las labores alambicadas y duras? Una vez más, Confucio lo explica con un proverbio: «Antes de ser un dragón, hay que sufrir como una hormiga».
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