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Por fin está en marcha la vacunación, apenas once meses después de la declaración de emergencia por parte de la OMS. De momento, la única vacuna administrada en España es la de Pfizer, aunque se espera que tanto la de la farmacéutica estadounidense Moderna ( ... ya autorizada por la Unión Europea) como la de Oxford estén ya disponibles en fechas próximas.
Tanto la vacuna de Pfizer como la de Moderna utilizan la tecnología ARNm, una nueva forma de producir vacunas muy alejada de la tradicional. Las primeras vacunas se fabricaban a partir del propio virus de la enfermedad debilitado o inactivado; más tarde se empezaron a producir vacunas a partir de proteínas características del virus purificadas y, posteriormente, a partir de virus menos peligrosos, modificados de forma que produzcan proteínas características del virus objetivo. La exposición a estos productos sirve para que el sistema inmunológico reconozca al virus que causa la enfermedad, o, al menos, una parte de él, y genere los anticuerpos correspondientes. Las vacunas de Pfizer y Moderna se apartan de esta línea de trabajo y apuestan por una nueva tecnología, denominada de ARN mensajero.
En lugar de inyectar la proteína viral, la vacuna introduce en las células del paciente un material genético que codifica la proteína viral, el ARNm. Es un enfoque que imita el comportamiento natural del virus, pero limitándose a reproducir únicamente un fragmento crítico de la proteína viral. Así, da tiempo al sistema inmunológico para diseñar anticuerpos que puedan neutralizar al virus real si el individuo llegara a infectarse en algún momento.
El hecho de que ambas farmacéuticas hayan desarrollado en tan poco tiempo una vacuna de ARNm se explica con facilidad: este tipo de vacunas, a diferencia de otras tradicionales como la de la gripe, eliminan gran parte del proceso de fabricación porque, en lugar de inyectar proteínas virales, se inyectan las instrucciones para fabricar esas proteínas. Se fabrican mediante síntesis química, por lo que el proceso de diseño, ampliación y producción en masa es mucho más rápido que en el de las vacunas convencionales, en las que debemos incubar virus en células vivas para producirlas.
El problema que lastraba a esta tecnología era que el ARNm es notoriamente inestable y se degrada con facilidad en componentes más pequeños; además, puede ser fácilmente destruido por las defensas inmunitarias del cuerpo humano. Sin embargo, esto cambió a partir de 2005, cuando los investigadores descubrieron cómo estabilizarlo y empaquetarlo en pequeñas partículas, lo que hizo viable su uso para la producción de vacunas. Aunque tenemos que recalcar que hasta el día de hoy, quince años después, todavía no se había aprobado una vacuna para uso humano basada en esta tecnología; de hecho, las de la Covid-19 están siendo las primeras en este sentido.
Sobre el papel, las vacunas de ARNm tienen muchas ventajas. Son seguras, ya que no contienen componentes infecciosos. Son más fáciles y baratas de producir que las tradicionales, se pueden generar rápidamente en un laboratorio, y el proceso es fácilmente escalable y modificable para adaptarse a los distintos brotes de enfermedades infecciosas. Y según los estudios clínicos preliminares, parecen ser eficaces, con buena respuesta inmune y pocos efectos secundarios.
Entre los problemas asociados a esta tecnología de vacunas no está la posibilidad de que alteren nuestro ADN, aunque hayamos oído hablar de ello. El ARNm trabaja directamente en los ribosomas, donde se fabrican las proteínas, y no se introduce en el núcleo celular, donde se encuentra el ADN. Sí están representando un problema logístico las estrictas condiciones de almacenamiento a baja temperatura, que este tipo de vacunas necesitan para seguir siendo eficaces.
¿Cuál de ellas será mejor ponerse? Elegirla no va a estar en nuestra mano, al menos de momento. De hecho, la solución que se inyectará a cada uno no va a depender sólo de la autorización, sino de su disponibilidad inicial. Por eso, una vez establecido el calendario de vacunación por grupos y edades, de momento se está inyectando la solución disponible, la de Pfizer, y las de Moderna y Oxford se irán sumando a medida que tenga lugar la aprobación y reparto de las mismas. Será la disponibilidad en cada momento y no criterios como el precio o la facilidad de almacenamiento, lo que defina la vacuna que nos tocará.
No olvidemos que, si queremos volver a la normalidad, debemos vacunarnos. La inmunidad de grupo solamente llegará pronto a través de la vacunación, y debemos recordar que todas las vacunas que nos ofrezcan, como mínimo, serán seguras.
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