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No debemos vacilar en nuestras demandas, tanto ante el Gobierno de Cantabria como el de España, para potenciar el desarrollo industrial de toda esta comarca. Nada lograremos permaneciendo anclados en el pasado. Lo cierto es que la concurrencia empresarial, hoy por hoy, está en ... horas bajas. Terreno no nos falta, y entre Las Excavadas, La Hilera y Sniace tenemos de sobra para ofrecer, pero ¿quién lo reclama?
La nueva tecnología reduce de forma considerable la mano de obra, pero, por el contrario, aumentan los controles medioambientales. Hace unos treinta años no era fácil adivinar que las emisiones de dióxido de carbono, dióxido de azufre, monóxido de carbono y de nitrógeno, el smog y una larga lista de sustancias que disminuyen la capa de ozono protectora iban a ser noticia preocupante en la prensa diaria. Información excelente la de esos 2.000 árboles que plantará el municipio con el deseo de llevar adelante el Plan de Calidad del Aire. Nuestro declive industrial tiene su reflejo en la mejora de los niveles controlados por el Centro de Investigación del Medio Ambiente (CIMA). De hecho han tenido que pasar dos años para que la firma portuguesa Bondalti, en el marco de la factoría Solvay, comience de nuevo a producir cloro en Barreda. Y quién iba a pensar que con el tiempo iban a recomendarnos volver a la bicicleta con todo lo que nos había costado comprar nuestro primer coche.
¿Cambio climático? Los períodos geológicos en millones de años discurren con glaciaciones y calentamientos, y los humanos no somos tan importantes en el Universo, aunque algo podemos contribuir; como decía el padre Echegaray, evitemos hacer de nuestra Tierra un basurero. Contemplamos los paneles informativos de calidad atmosférica, pero no vemos la suciedad que generamos en botellones, ferias y vertederos incontrolados. Todavía muchos recordamos los aromas de la comarca del Besaya según los vientos que soplaran. Nuestros ríos y arroyos recogían generosamente aquellos residuos industriales que después teñían y espumaban las aguas de Cuchía y Suances. ¿Y el ganado? ¿Acaso sus olores no son el mejor reclamo de nuestra riqueza ganadera? Recuerdo que en Santiago un Año Santo vendían en botes de latón 'Aromas de Compostela'. También aquellos aires del Besaya ya son historia. No están enlatados pero sí en nuestra memoria.
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