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La pandemia del covid-19 ha puesto a prueba la capacidad de los políticos para gobernar. Desde el principio, hace ya año y medio, ... se cometieron errores atenuados y, en parte justificados, por la falta de información sobre el origen y la letalidad del coronavirus. Tras esa fase inicial y, ya con elementos de juicio suficientes, hemos visto como los responsables políticos han sido incapaces de definir una estrategia coherente se ha gobernado a golpe de improvisaciones, contradicciones y carencia de criterio. Lo sucedido en Cantabria la última semana de julio ha sido un manual de improvisación y desgobierno.
El Consejo del Gobierno regional acordó el cierre en el interior de los locales de hostelería, en los municipios con tasas de infectados más elevadas. De inmediato, el presidente Revilla dijo públicamente que al él no le parecía adecuada tanta restricción y, sobre la marcha, trató de paliar la medida con la implantación del «pasaporte covid», de manera que quienes demostraran que estaban vacunados pudieran acceder al interior de bares y restaurantes. Casi al mismo tiempo, los tribunales decretaron que el cierre del interior de la hostelería era una medida ilegal y por tanto sin vigencia ni efectividad. El jueves pasado el ejecutivo cántabro, en otra decisión sobre la marcha, decretó de nuevo la obligatoriedad del certificado vacunal, para acceder a los locales en los municipios y alta tasa de prevalencia del covid.
Un gobierno debe tomar decisiones tras contemplar todos los aspectos del problema. Cuando se aborda una situación de pandemia el factor de la salud es evidente que resulta prioritario, pero no es el único a tener en cuenta. En el Consejo de Gobierno de Cantabria se debió valorar no solamente la forma de frenar el crecimiento de contagiados, sino lo que significaba para la economía de la región y, en especial, para el sector de la hostelería tan castigado por medidas anteriores. Y en ese balance entre el freno al covid y evitar la quiebra de un sector que supone una parte importante del PIB, el gobierno debe arbitrar una solución equilibrada que contenga la epidemia con el menor daño posible a la economía.
Desde hace semanas, el Gobierno regional ha enviado un mensaje erróneo a los ciudadanos: el Gobierno no existe, solamente cuenta la consejería de Sanidad. A ello se ha unido el intento del equipo gubernamental de eludir su responsabilidad, considerando a la autoridad sanitaria la única capaz de tomar decisiones. No parece necesario recordar que los ciudadanos votan partidos y después los diputados nombran presidente del gobierno y es éste quien elige a los que serán consejeros responsables de las diferentes áreas. Es en el seno del Consejo de Gobierno donde se deben valorar las decisiones y adoptar la que se consideren convenientes. El arte de gobernar reside en tener visión de conjunto porque cualquier medida tendrá consecuencias en diferentes ámbitos.
Lo ocurrido con las restricciones adoptadas por la pandemia ha sido grave y es obligado extraer conclusiones para no repetir los errores. El primero no rectificar acuerdos que debieron estudiarse en la reunión del Consejo de Gobierno. El espectáculo de ver al presidente regional contradecir al consejero y anunciar que se habilitaría el pasaporte de vacunación, ha sido la gota que colma el vaso. Máxime, cuando de manera simultánea los tribunales dejaban sin efecto la decisión de cerrar el interior de bares y restaurantes. La segunda conclusión debe ser la de evitar cambios de calado con solamente horas de margen. Los afectados -en este caso los hosteleros- deben disponer de un plazo razonable para adaptarse a las nuevas situaciones. La tercera cuestión es que cuando se restringe la libertad de empresa es obligado compensar económicamente a los perjudicados. No es justo que el coste recaiga sobre una parte de la población, lo correcto es repartir la factura del cierre entre todos.
No es sostenible que el Gobierno de Cantabria mantenga diferentes puntos de vista sobre asuntos de máxima importancia. El arte de gobernar se basa en la visión global y la tarea del presidente es elegir a las personas más adecuadas para cada área y, si durante el ejercicio de su responsabilidad, alguno no trabaja en sintonía con el resto, debe ser sustituido. Tratar de eludir la responsabilidad achacando a otros las decisiones no es precisamente un ejemplo de buen gobierno.
Desde el gobierno de la nación también se ha contribuido a la formación de este estado de confusión. Se debieron tomar medidas de alcance nacional y ha habido tiempo para activar un corpus legislativo que evite las diferentes interpretaciones de los decretos de las diferentes regiones españolas. La lucha contra la pandemia no es tarea sencilla y por ello es imprescindible la coherencia y la responsabilidad.
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