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Mi artículo anterior acababa con «El cambio climático nos está matando». No era un titular de los asaltos a los museos de Just Stop Oil alertándonos sobre la crisis climática -que analicé entonces- si no que el titular procedía de la publicación The Lancet Countdown ( ... 2022), prácticamente simultánea a los asaltos, Se trata de un 'barómetro' de la revista científica The Lancet en el que participan 99 expertos y 51 instituciones, entre ellas la OMS, la OMM (Organización Meteorológica Mundial) y la University College de Londres. Por eso el artículo acababa diciendo: «A ver si a la ciencia le hacemos más caso (...) tic-toc, tic-toc».
Este estudio utiliza 43 indicadores que miden y vigilan el impacto de las temperaturas extremas. Veamos algunos resultados. En los últimos cuatro años en Europa las muertes relacionadas con la subida de temperaturas se han incrementado un 68% en las personas de más de 65 años; también en Europa las olas de calor son cada vez más frecuentes, aumentando un 57% en el periodo 2010-19 con respecto a 2000-2009 y registrándose en aumento del 250% en determinadas zonas; a nivel planetario la mortalidad casi se ha duplicado (94%) en las casi 1.000 zonas vigiladas en los últimos 20 años (2000-2020); esta subida de temperatura afecta negativamente a las cosechas de cereales básicos por lo que está creciendo la «inseguridad alimentaria», es decir, el hambre en el mundo, etc. Esto es lo que significa «el cambio climático nos está matando». Tic-toc, tic-toc.
Muchos creemos que la ciencia y sus aplicaciones es lo mejor que tenemos. Sabemos que la comunidad científica a veces se equivoca y que, como todo lo humano, está sujeta a intereses e influencias de distinto tipo. Pero, pese a todo, creemos que la ciencia ha sido y es una de las bases más sólidas del progreso de la humanidad. Siempre pienso, frente a los negacionistas, relativistas o creyentes de teorías conspiratorias, en la 'cantidad' de dolor físico, por ejemplo, que la medicina occidental ha evitado y evita cada día a millones de seres humanos. Es verdad que a unos humanos más que a otros.
El caso es que el cambio climático nos afecta a todos porque está degradando los ecosistemas. Por eso esta vez no vale lo de «pensar en global y actuar en local» porque la cuenta atrás es para todos. Al contrario, hay que pensar y actuar en global porque todo está relacionado. Y aquí es cuando a mí me entra el desánimo. Porque ¿alguien es capaz de imaginarse decidiendo juntos qué hacer para frenar el cambio climático a Biden, Putin, el chino Xi Jinping, el norcoreano Kim Jong-un, el iraní Ebrahim Raisi, el iraquí Abdul Latif Rashid, el saudita Mohammad bin Salmán... sólo por elegir lo más 'granado' del escenario actual? No solo poniéndose de acuerdo y decidiendo entre ellos sino haciéndolo con todos los presidentes de los grupos multinacionales que manejan la marcha del mundo. ¿Alguien de nosotros es capaz de imaginarse a estos personajes no solo decidiendo sino ejecutando lo que decidan? Yo no, la verdad. Veo tan lejos esa posibilidad que entro en una especie de enajenación mental y moral que me lleva a pensar que si es verdad lo que nos dicen los científicos, a la humanidad, a esta humanidad, nos queda muy grande este desafío.
Por eso creo que, en el fondo, no sentimos el tic-toc, tic-toc y todos somos un poco negacionistas difusos, inconscientes. Y me pregunto: ¿Cualquiera de nosotros no cerraría las ventanas de su casa si los meteorólogos nos avisaran de que se acercan fuertes tormentas? ¿Por qué no hacemos lo mismo con el cambio climático? Quizás es solo porque no sentimos que el planeta sea nuestra casa.
Sobre la inminencia y gravedad del cambio climático tenemos información suficiente, pero por alguna razón oculta no acabamos de aceptarlo. Y nos decimos a nosotros mismos que lo del cambio climático «no será para tanto» porque «la humanidad siempre ha salido de las grandes crisis» o que «los mensajes apocalípticos nunca se cumplen» o que «lo arreglará la gente» o que «alguien encontrará una solución, alguien inventará algo». Y entonces lo que habrá ocurrido es que, sencillamente, se habrá puesto en marcha dentro de nosotros, incluso dentro de los más racionalistas e increyentes, el «pensamiento mágico». Ese pensamiento que recurre a una instancia misteriosa que, dentro del mundo o fuera del mundo, gobierna el mundo y nos acabará salvando. Y acabaremos danzando a los dioses o rezando cada uno a su Dios. O quizás ni eso y, como en la película, nos diremos unos a otros «No Mires Arriba», «Don't Look Up», hasta que deje de sonar el tic-toc, tic-toc.
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