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Como si desde un dron volador sobre La Palma se tratara, se otean ascuas incandescentes desconcertadas con imponentes ríos de lava segando obstáculos. Todo desmesurado.
Así se está produciendo la búsqueda de la revolución que algunos pretenden quemándolo todo, como ahora mismo sucede con la ... ley laboral actual y sobre todo con la calculada intención de convertir nuestra nación desde un Estado aconfesional constitucional bendecido (contradictorio y pensado adjetivo) a un Estado de laicismo, que albergue pleno de resentimiento la reforma del Estado. La ley sectaria de memoria democrática, el adoctrinamiento en la escuela, la búsqueda de la aceptación social y el asentamiento de las prácticas abortivas pagadas en cualquier momento de la gestación son hechos claros. Además de la aplicación de la ley de la eutanasia, sin tener en cuenta la objeción de conciencia de los sanitarios, las políticas incomprensibles de género, las nuevas y promocionadas realidades familiares, la instrumentalización de los programas educativos, el incremento masivo del funcionariado y de lo público, incluida la dependencia de la subvención del Estado que hace al individuo interino o dependiente a perpetuidad son, entre otras, algunas de las fórmulas programadas que por ende les son útiles para producir el olvido de los valores democráticos y religiosos.
A todo ello se responde siempre con el mismo argumento, la añagaza de que todo ello es la respuesta oportuna a los cambios sociales que se están produciendo con el advenimiento de las nuevas tecnologías e internet.
Como si no hubiera habido antes convulsiones sociales tras una guerra fratricida o una revolución industrial por poner un ejemplo. La realidad es, en nuestra opinión, justamente la contraria: con el ataque a nuestros valores fundamentales se quieren promover esos cambios alocados que casi siempre coinciden casualmente en que son antirreligiosos o anticlericales o antifamilia tradicional. No es fácil entonces en nuestro país hoy día la defensa de los valores del catolicismo que se fundamentan sobre cualquier otra cosa en la ley de Dios y su cumplimiento. Sobre todo se agreden los valores cristianos que tanto hicieron por la construcción de Europa constituyendo su pieza angular como dejó bien sentado, como siempre, en la revista 'Vida Nueva' mi admirado amigo, exalcalde y exembajador ante La Santa Sede Francisco Vázquez.
No corren buenos tiempos para los católicos y nuestro temor se incrementa cuando se percibe, que Dios me perdone, un gran silencio público de la Iglesia sin que sepamos el por qué ni conozcamos las causas últimas, cuando se atacan derechos fundamentales como el de la vida de la libertad en la educación de nuestros hijos o de la libertad religiosa. Todo inexplicable para un católico.
Esperamos que, aunque incomprensible, se trate como siempre de una actitud en defensa de la fe y no producto de acuerdos, ni que se interprete como aplicación soterrada del «qui tacet consentire videtur» (el que calla otorga) con el que acusaron injusta y malévolamente a Santo Tomás Moro, mártir cristiano, en el nacimiento de la Iglesia anglicana en tiempos de Enrique VIII.
Quizá entonces este sea el punto en estas palabras en el que creemos que no está mal disculparnos y lo hacemos gustosos, al manifestar una opinión religiosa propia o personal, pero no sesgada, para que ustedes, al ser excepcional, aprecien, tal y como yo les manifiesto, que no existe detrás ninguna maquinación, ningún partido político ni ninguna organización religiosa o mala intención al manifestarlo y así sé que sabrán comprender este exceso. Porque también es excesiva la pretensión de una parte del Gobierno de España y de una parte de la sociedad de producir una calculada conversión de nuestra nación, desde un estado aconfesional a un estado laicista.
Ese salto constitucional no escrito en nuestra ley de leyes es el principal objetivo de algunas personas y organizaciones. Obviamente desconocemos lo futuro pero observamos nítido el pasado: nacimos hace más de 500 años bajo un manto de cristiandad y con él (el manto) y Él (Cristo) bajo el brazo y con valentía partimos al descubrimiento de un nuevo mundo digan lo que digan ahora voces cargadas de ingratitud. Regresamos tras la evangelización y en unos años, cuando ya no se ponía el sol en nuestra territorio, fuimos sustentados aquí y allá por los mismos valores cristianos que sirvieron para la construcción europea. No deberíamos de olvidarlo nunca.
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