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Si tras Todos los Santos viene el Día de Difuntos, después del 'Black Friday' viene el 'Fair Saturday' en el nuevo calendario pagano. Santander importa ... con júbilo cualquier romería bautizada en inglés, recuerden la desafinada 'Heroic week' de la calle San Fernando o nuestra estrenada incorporación al 'Front Runner Smart Cities', otra dimensión encriptada. Con idéntica efusión hemos adoptado la efeméride del 'Fair Saturday'. Poco importa que su espíritu –la cultura como instrumento para el cambio social– se contradiga generosamente, al estar inspirado por una autoridad que aspira, precisamente, a todo lo contrario, a mantener las cosas como están y seguir estando ellos donde están. La cultura que, por lo general, desde determinados poderes políticos se concibe como un mero reclamo turístico para obtener rentabilidad económica, se invoca ahora como otro espectáculo más. Acecha la primavera electoral y en lugar de flores siembran asfalto y circo.
Mientras el presupuesto regional no aspira a nada más que a resistir el ejercicio, el Ayuntamiento de Santander sigue la tradicional fórmula de lanzar la traca final de fuegos artificiales antes de las elecciones. A pesar de que no erigirán ninguna infraestructura emblemática, gastarán en obras 64 millones de euros. El presupuesto ordinario y los superávits que han estado ahorrando estos años para vaciar ahora la hucha en propaganda asfáltica electoral. Una alegría presupuestaria colosal, en comparación con los 99 millones del presupuesto de obras públicas –Cantabria infinitamente más comedida– que maneja Revilla para toda la comunidad.
El concejal de Urbanismo de Santander admite que es un caso único en España. Lógico, porque hace tiempo que soplan otros vientos. Desde los escándalos de comisiones, el aeropuerto sin aviones de Fabra, el aparcamiento sin coches de Mendicouague o el fallido MetroTus, gastar dinero en obras e infraestructuras ya no produce los réditos electorales de antaño. Donde antes se aplaudía más asfalto ahora se reclama más sobriedad. Hoy reformar una calle –véase Miguel Artigas- para dejarla igual de bien que estaba se percibe como un despilfarro.
Mientras tanto, conocemos que casi 40.000 cántabros se mudaron de provincia para encontrar un empleo. Les mandaremos postales de las relucientes alamedas.
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