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El concepto de asociacionismo de cualquier tipo implica la unión voluntaria y libre de personas físicas o jurídicas para orientar su actividad hacia un fin común o hacia la satisfacción de determinadas necesidades sectoriales o territoriales. Con ese espíritu se constituyen muchas asociaciones, organizaciones e ... instituciones. Sobre el papel, cualquier proyecto asociacionista resulta atractivo e ilusionante. Pero una de las claves que determinará el éxito o el fracaso de la asociación es la actitud de sus componentes. Si el proyecto se construye sobre la confianza y el compromiso de los miembros tiene muchas posibilidades de prosperar. Sin embargo, si la actitud de los componentes tiene tintes que rayan el individualismo, el egocentrismo e incluso el cinismo empresarial, el fracaso está garantizado y por desgracia esto ocurre en la mayoría de las ocasiones.
Pero por otro lado, si algo caracteriza a este tipo de asociacionismo es que muchas de estas organizaciones se atascan por no afrontar sus retos con determinación o por permitir que los componentes más reacios e individualistas impidan seguir avanzando. Los intereses individuales de los miembros pueden más que los objetivos colectivos. Por el contrario, hay colectivos que son el vivo reflejo de individuos que actúan movidos por un espíritu de cooperación y que entienden perfectamente su posición en el grupo y los valores que deben fomentarse para operar como una auténtica organización. Es innegable que persisten inalterables las motivaciones de aquellas empresas y personas que las crearon, como innegable es el papel que pueden y deben representar estas agrupaciones (en este caso permitirme que me refiera al empresarial) en la sociedad, en el entorno al que pertenecen y junto al que van transformándose, y me refiero a todos los sectores: del comercio, industrial, autónomos, emprendedores..., y toda su amplia amalgama. P
ero he de aquí que llegó un pandemia, y esto ha supuesto, a mi juicio, que el tiempo de los individualismos tiene que terminar, pues en una situación con una crisis que amplifica considerablemente las carencias que ya arrastramos, las asociaciones -pequeñas, locales, mayoritariamente personalistas- como las de nuestra comunidad nos supone que nos estamos enfrentando con dificultades en muchos órdenes, comenzando por el mantenimiento de la justificación de la rémora de asociaciones de todo tipo y su escasez de recursos y, en consecuencia, a la capacidad real de representar a sus socios ante las instituciones públicas u otras organizaciones privadas ante situaciones de dificultad real. Ante una coyuntura, por tanto, en la que el asociacionismo empresarial territorial debería de ser un factor clave en la respuesta de las empresas ante la crisis a través de una mejora en su posición competitiva, la realidad nos sitúa, al menos a una buena parte de estas, en un papel menos estratégico y más residual de lo que hubiéramos deseado ante una situación como la actual. Las asociaciones deben abrirse a concebir un nuevo modelo de organización para la prestación de servicios a sus socios, ya que estos les van a exigir, cada vez más, servicios que incidan directamente en la mejora de su competitividad, desde la tecnológica hasta la apertura a nuevos mercados -internacionalización- o la innovación, sobre la cual carecen de recursos.
Avanzar hacia nuevos modelos de asociación sólo es posible en cooperación con otras instituciones y organizaciones, así como con otros territorios, compartiendo conocimiento y distribuyendo distintos servicios, lo que aportará la visión global de los problemas y de las oportunidades, ya que el conocimiento compartido posibilitaría un desarrollo mayor y una fuerte identidad de grupo.
Las futuras asociaciones no podrán ser organizaciones exclusivas de los socios -individuales, personas jurídicas, consorcios...-; deberán serlo de los individuos en toda su extensión, de las personas de todas las áreas de la organización y de su capacidad para cooperar con las personas y áreas de otras entidades asociativas, pues corremos el peligro de que al asociacionismo se le termine tildando de 'asociacinismo'. Vienen tiempos de transformación en el que instituciones como la Cámara de Comercio e Industria de Torrelavega, a la que represento, sabemos que pueden y deben acompasar su modelo de servicio a las transformaciones que la sociedad en general, las personas y las asociaciones, deben afrontar e ir incorporando a su día a día en una evolución paulatina y, creemos, positiva; la apertura de miras hacia una mayor cooperación y colaboración de todas ellas por un fin común, el interés general en el desarrollo socioeconómico de todos los sectores económicos de nuestra región, porque todos lo sabemos: vienen tiempos difíciles en los que la unión de todos los implicados será crucial y nos exige transcender de los individualismos.
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