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El Museo del Prado conmemora su bicentenario con una gira por España de algunos de sus cuadros. Para nosotros han seleccionado 'La caza de Meleagro', ... que se expone en el Museo de Altamira, cuando aún no ha resucitado de sus cenizas la pinacoteca de Santander. Ni siquiera aparece –por cierto– en el pomposo 'book' electoral de Gema Igual que, significativamente, también ignora las siglas del PP en una microscópica referencia gráfica en la portada. Ella, en cambio, se retrata con encantadora modestia en 110 fotografías, por si todavía alguien no la conoce tras el infortunado MetroTUS. Siempre hay despistados, como el exdirector de Cantur que por «descuido», canta desde el banquillo, se compró con dinero público una chaqueta de 770 euros en Valladolid –fuga de capitales, para mayor agravio– y otros antojos domésticos peritados en cien mil. Según Marcano, es un juicio político. 'Proces' contra la independencia económica de este señor, que se desentendía de sus facturas personales.
Nada nos cuesta el préstamo del cuadro del Prado, que representa una escena mitológica griega. Meleagro, rey de los Etolios, y la princesa Atalanta dan caza a un enorme jabalí enviado por Artemisa para asolar las tierras. La elección no ha sido inocente, es una oportuna alegoría del presente cántabro. La multiplicación de jabalíes en el monte Buciero –invoca la lectura del óleo– es otra plaga más, tras la concatenada sucesión de calamidades invernales: Inundaciones, meteoritos y fuego.
Para empeorar el maleficio de Artemisa, Europa recomienda exterminar jabalíes ante la peste porcina africana, cuyo foco más cercano está en Bélgica. Dios le coja vacunado a Puigdemont, en ausencia de Atalanta que lo defienda. Personaje mitológico que simboliza la fortaleza femenina –otra reivindicación contemporánea de 'La caza de Meleagro'– coincidiendo con el Día de la Mujer. Para celebrarlo, la Asociación de Hostelería recurre a un concierto de otro mito, algo más reciente que Atalanta: el rubio de Los Pecos. Cuya relación con la causa equivale a reivindicar a Marie Kondo como símbolo feminista. Ahora que su disciplina nipona de ordenar armarios ha arruinado el derecho al desorden que proclamaba Baudelaire.
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