Mientras iba atardeciendo
Muchos se han preguntado por qué pasó el profesor Ratzinger de teólogo progresista a defensor de la tradición. ¿Qué le llevó a dar ese giro intelectual?
Guillermo Gutiérrez (Padre Jesuita)
Martes, 10 de enero 2023, 07:26
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Guillermo Gutiérrez (Padre Jesuita)
Martes, 10 de enero 2023, 07:26
Voy caminando lentamente hasta la casa del Padre.» Así describía Benedicto XVI su vida silenciosa en los últimos años. Paso a paso y lentamente ya llegó. En sus últimas declaraciones ha hecho público algo que sin duda ocupaba muchas de sus largas horas de ... silencio. Miraba a su infancia y con el corazón en los labios ha agradecido a su padre su firmeza en la fe, a su madre el calor de la vida cristiana, a su hermano Georg la función de guía seguro y a su hermana María la atención desinteresada de muchos años. Joseph Aloisius Ratzinger nació el 16 de abril de 1927 en Marktl. Su padre era un policía con sueldo escaso. Corrían tiempos de escasez. Joseph daba más tarde gracias porque esta vida ajustada había contribuido a configurarle a él y recordaba la dicha de aquellos años en familia rodeados de pocas cosas. Sus padres eran temperamentos complementarios. Él era rectilíneo; ella todo corazón. Reinaba la intimidad en la familia en la que la música era una pasión en todos sus miembros. Joseph pasó la mayor parte de su juventud en Traunstein. Su hermana María iba en bicicleta al colegio de las franciscanas, distante cinco kilómetros. Su hermano Georg ingresó en un internado. Joseph quedó solo en casa durante un tiempo hasta acompañar después a su hermano en el internado.
Previendo el padre de Joseph los peligros del III Reich se prejubiló para evitar mayores males. La pensión no daba para vivir muy alegres y la madre tuvo que volver a su profesión de cocinera para mejorar la economía familiar. En este tiempo, el padre jubilado paseaba mucho con su hijo menor al que previno contra los peligros del régimen nazista con la lectura del periódico 'Der gerade Weg', (El camino recto). Joseph hablaba con sus compañeros de las caricaturas que su padre hacía de Hitler y los accesos de cólera que sufría al oír hablar de él. Al cumplir 16 años tuvo que cumplir el 'servicio militar' desde agosto de 1943 hasta setiembre del 44 con tiempo para asistir a las clases del seminario. Poco antes del fin de la guerra fue hecho prisionero por los americanos y liberado al terminar la guerra.
Desde 1946 hasta 1951 estudió filosofía y teología en Freising, Munich y Freiburg. El 29 de junio de 1951 recibió la ordenación sacerdotal juntamente con su hermano Georg. Inició su actividad sacerdotal celebrando la misa para unos niños y dando clases de religión.
A un periodista que le preguntó por lo más específico de su teología respondió: «Yo empecé por el tema de la Iglesia que no es fin en sí misma porque sólo existe para hacer visible a Dios. Por eso el tema de la Iglesia es para mí el tema de Dios y el centro de todos mis esfuerzos». Su profesión de fe era: creo en Dios, por Jesucristo, en la Iglesia. Ejerció sucesivamente la docencia en las universidades de Bonn, Münster, Tübingen y Regensburg (Ratisbona). Asistió al Vaticano II como teólogo del cardenal Frings, de Colonia. Se le consideraba como un teólogo inteligente y progresista. A sus clases asistían muchos oyentes libres. Hablaba de libertad, de tolerancia, tronaba contra el estancamiento de Roma y de su Escolástica y lanzaba contra el Vaticano duras acusaciones de inmovilismo. Veía en la Iglesia demasiadas cadenas, un excesivo legalismo que, en lugar de atraer a los incrédulos llevó a muchos a un definitivo alejamiento. Se ha dicho que sin las iniciativas del teólogo Ratzinger no se hubieran ni planteado muchas reformas del Concilio.
La más alta aspiración de un teólogo ambicioso en Alemania es la conquista de una cátedra en Tubinga. Ratzinger era el profesor más joven de todas las universidades de Alemania y Hans Küng, por entonces decano de teología en Tubinga, propuso: «¡Hay que traer al profesor Ratzinger!» Los dos teólogos fueron inicialmente íntimos colaboradores hasta su separación ideológica a partir del año 1968.
Muchos alemanes se preguntaban por qué pasó el profesor Ratzinger de teólogo progresista a defensor de la tradición. ¿Qué le llevó a dar ese giro intelectual? El fenómeno tiene una causa y una fecha. El año 1968 tuvo lugar la revolución cultural por las calles de París. No faltaron quienes pretendían utilizar el espíritu de apertura del Vaticano II a favor de sus ideologías. Ratzinger se encontraba en Tubinga. Condenó los abusos de la revolución y fue varias veces abucheado. Incluso se dijo que se le retiraban los micrófonos, cosa que él negó. Pero afirmó: «En ese tiempo (Tubinga 1968) comprendí cuándo debe interrumpirse una conversación porque se ha convertido en una mentira; y cuándo hay que hacer oposición si se quiere defender la libertad. El contacto con los estudiantes era bueno pero me di cuenta de que se estaba introduciendo un nuevo espíritu con el que las ideologías fanáticas pretendían instrumentalizar el cristianismo para sus fines. Y aprendí que los conceptos de reforma eran distintos en Lulero y en Ignacio de Loyola». Se abusaba de la Iglesia viendo en ellas instrumentos de ambición y poder.
Ratzinger comprendió que ser fiel al espíritu del Concilio exigía oponerse a esos intentos de abuso aún a costa de su popularidad. Para aclarar este punto alude a un acontecimiento sucedido en las aulas de la universidad. El verano de 1969 se repartieron por las aulas de teología protestante de Tubinga unas cuartillas con este contenido: «La veneración de la Cruz Jesús es expresión sadomasoquista y glorificación del dolor. El Nuevo T. es un documento inhumano para engañar a las masas ignorantes. La Iglesia es la responsable de la explotación de los pobres por el capitalismo y la teología un sistema para estabilizar esa explotación».
El hecho produjo en Ratzinger un tremendo trauma. Él y su colega protestante Ulrich Wickert pidieron inútilmente, en una plenaria de estudiantes, que la facultad de teología protestante adoptara posturas oficiales de distanciamiento respecto a las blasfemias del panfleto divulgado en la universidad. Se les respondió que no, porque en la hoja se trataba de actuaciones sociopolíticas sobre las que era necesario discutir y dialogar para servir a la verdad. El apasionado llamamiento del profesor Wickert para lograr hacer desaparecer la blasfemia –«Verflucht sei Jesús Christus (maldito sea ...)»– quedó sin respuesta. En la facultad católica no se llegó a esos extremos pero sí penetró en ella esta corriente de pensamiento.
El profesor Ratzinger comprendió entonces la realidad y gravedad del problema: si quería complacerse con el aura popular del progresismo debería vender sus convicciones. Comenzó entonces a escribir su obra 'Introducción al Cristianismo'. En 1977 le nombraba Pablo VI arzobispo de München. Juan Pablo II le hizo su brazo derecho con el nombramiento de prefecto de la Congregación para la Defensa de la Fe. Su función era vigilar y levantar la voz ante cualquier amenaza de peligro, como los perros que ladran cuando se acerca un desconocido. Esa función conlleva impopularidad y produce antipatías. Al nombre de Ratzinger, siempre un poco tímido, se le pegó pronto la etiqueta negativa de rigidez y dureza.
Su elección para papa disgustó a muchos. Otros estaban convencidos de que su imagen como papa iba a ser muy distinta de la imagen dura como guardián de la fe. Siempre se le reconocieron dotes de una gran inteligencia, piedad, humildad y sencillez. En sus años de papado hay que resaltar su defensa de la verdad y condena del relativismo. Al final dio un gran giro en su vida con la decisión de retirarse por falta de fuerzas para sostener la pesada carga de sus obligaciones profesionales. Esta decisión, más que confesión de debilidad, es argumento de espíritu y de un gran corazón.
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