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La autonomía de Cantabria está desapareciendo. No es que desaparezcan formalmente las instituciones regionales de autogobierno, es que se están quedando reducidas al sumiso acatamiento ... de lo que se decide a 500 kilómetros de aquí, en los despachos de La Moncloa.
Hay que admitir que es una paradoja inesperada que, detentando más poder que nunca un partido nominalmente regionalista como el PRC de Miguel Ángel Revilla, nuestra autonomía sea menos libre que nunca. La han colocado al servicio del proyecto de poder de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y sus socios separatistas.
Uno de los mayores perjuicios de este sometimiento servil va a ser el incremento del impuesto de sucesiones y donaciones, al haber aceptado esa imposición de armonización fiscal de Esquerra Republicana de Cataluña que empezará por el impuesto de patrimonio.
Estamos ante una medida gravosa y dañina para quienes heredan un pequeño patrimonio, que automáticamente nos sitúa en desventaja respecto al País Vasco y Navarra y que no ha surgido de Cantabria, sino de una celda de la cárcel de Lledoners. Porque los nacionalistas catalanes, que sangran a los contribuyentes de Cataluña para mantener sus embajaditas y demás gastos absurdos y prescindibles, quieren que también sufra el resto de España.
El impuesto de sucesiones entre cónyuges y entre padres e hijos fue pulverizado a la casi nada por el gobierno autonómico de José Martínez Sieso, en el que, por cierto, Revilla figuraba como vicepresidente y bien que le pareció entonces. Con ello pudimos equipararnos a los vascos en fiscalidad a las herencias y ofrecer un terreno de juego nivelado a aquellos patrimonios de personas cuya vida oscila entre Madrid y Cantabria.
Pero sobre todo reparábamos una gran injusticia. Los bienes que una viuda recibe al fallecer su marido han sido creados por ambos durante una vida entera. Son bienes que cuando se compraron y se usaron ya pagaron todos los impuestos habidos y por haber.
Hay quien carece de la noción de continuidad familiar, de que los padres ahorran y se sacrifican para que sus hijos no tengan que partir de cero como ellos. Es la filosofía con la que España se levantó de una guerra y un destrozo económico terrible y con la que dejamos de ser un país tercermundista para intentar ser un país europeo. Lo que no se puede hacer es saquear este esfuerzo familiar de toda una vida para destinar ese dinero al despilfarro del político de turno.
Dice el presidente Revilla, falsamente como tantas otras veces, que hay que masacrar fiscalmente a las viudas y a los que han perdido padre o madre porque es necesario para financiar la sanidad y la educación. Mentira y un pobre argumento para justificar lo que, desde un punto de vista moral, es un robo manifiesto a la gente. A la gente normal y corriente, no a los ricos, que los ricos tienen mecanismos y bien se libran de todo, como nuestros ministros progresistas con sociedades para gestionar sus propias casas y que les salga fiscalmente mejor.
Entre todas las regiones no forales, Cantabria tiene la mejor financiación autonómica por habitante. Es, por tanto, la comunidad que menos necesita subir impuestos. Si con la mejor financiación per cápita el señor Revilla no es capaz de sufragar la sanidad y la educación, es que le ha llegado el momento de dedicarse solo a su gran negocio de los libros, porque para gestionar Cantabria ya no está. No vamos a tolerar tranquilamente que, por personajes como Rufián y Junqueras, que quieren romper España y ya lo han intentado varias veces, y por un PRC entregado a Sánchez, se destrocen las ilusiones de muchas familias y se dificulte a las viudas y a los huérfanos la continuidad de la vida económica familiar.
No se puede permitir que la demagogia partidista e intereses políticos inconfesables, mezclados directamente con los económicos, trituren a los hogares cántabros de esta manera. Ahora esa subida de impuestos se llama «armonización fiscal». Si quien lee esto es de Cantabria y espera legar algo a sus hijos o recibir un legado del cónyuge, sepa que el señor Revilla, por obedecer al señor Sánchez, le va a robar a usted muchos miles de euros que, si gobernase el Partido Popular, se quedarían en su casa porque son suyos.
Hago un llamamiento especial a los simpatizantes y afiliados regionalistas, para que no permitan este atraco a mano armada. No puedo creer que ellos, que siempre sintonizaron con nosotros a la hora de preservar de las garras del político de turno los pequeños patrimonios, vayan a ponerse también de rodillas.
Pero hay que moverse, porque en poco tiempo la gente va a ser aplastada por esta injusticia manifiesta, y no faltarán los bobos que con argumentos bobos querrán convencer a nuestros hogares de que su súbito empobrecimiento es una bendición para la sociedad. Desde el PP vamos a dar la batalla con todo lo que tengamos a mano, pero igual no es suficiente. Tiene que haber una corriente de opinión pública de autodefensa de la familia cántabra que frene este abuso de una vez por todas. No es una batalla del PP, lo es de todas las familias cántabras.
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