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Decía Alberto Cuartas, uno de los padres de nuestra autonomía, en unas jornadas organizadas por el Partido Popular para conmemorar los 40 años de autogobierno, que no sirve de nada llorar y quejarse de que «no nos dan» porque entonces hay que preguntarse para qué ... sirve la autonomía si al cabo de cuatro décadas todo es «Madrid, Madrid, Madrid». Como autonomista convencida, no puedo estar más de acuerdo.
El asunto de 'autonomía sí o no' es algo ya resuelto definitivamente. La gran cuestión es cómo se gestiona esa esfera de autogobierno que hemos logrado en estas cuatro décadas y qué políticas concretas se realizan autónomamente para afrontar los retos específicos de Cantabria y atender las necesidades de las personas. Es precisamente el desgobierno de los últimos años el causante de un cierto recelo ante la evidente acumulación de malas noticias, como la exclusión de Cantabria del Corredor Atlántico ferroviario o el hecho de haber sido en 2021 la peor región de España en materia de empleo. Si la autonomía se gobierna mal, no hay que disparar las críticas e irritaciones contra el hecho autonómico en sí, sino contra los responsables del Gobierno que no hacen bien su trabajo y no cumplen con lo que se espera de ellos.
La autonomía es un gran acierto, aunque con mucho por mejorar aún. Ha supuesto la profunda transformación de la región y un gran salto adelante en nuestras vidas, pero, para nosotros, es ante todo asunción de responsabilidad y no una disculpa para echar balones fuera. Tampoco tiene nada que ver con el lábaro ni con calzar albarcas, sino con dar la cara, tomar decisiones y ofrecer soluciones a los problemas de la gente, de la Cantabria real.
Este aniversario es un buen momento para preguntarnos qué puede y debe hacer la autonomía, que no esté haciendo ahora, para mejorar la vida de los cántabros; para preguntarnos dónde está el Gobierno y su proyecto de desarrollo regional. Aunque algunos sigan sin entenderlo, las cosas no suceden por casualidad ni los proyectos llueven del cielo. Hay que espabilar, hay que trabajarlos y hay que pelearlos, como hicimos nosotros con el Hospital Valdecilla. Aquello sí que fue un ejercicio de autogobierno sin precedentes, porque de no ser por la valentía y determinación del Partido Popular no se habría puesto un solo ladrillo en el nuevo hospital. Fuimos capaces de terminar Valdecilla en 16 meses, poniendo fin a 16 años de obras. Y fuimos perseguidos por ello de manera implacable, pero ahí está, dando servicio a todos los cántabros. Nunca la autonomía ha servido para tanto.
Sirvió con Valdecilla y con los polígonos industriales, con la primera ley de dependencia del país, con las ayudas a las madres, con la supresión del impuesto de sucesiones, o con unas competencias educativas que nos han llevado a tener una de las mejores universidades. Ahí están las autovías de la Meseta y del Cantábrico, los grandes saneamientos o proyectos culturales como el Museo Altamira o ahora el Reina Sofía. Porque para eso sirve la autonomía, para forjar nuestro propio destino.
La autonomía de Cantabria tiene muchas capacidades si se gobierna adecuadamente, pero la realidad hoy es que sufrimos un proyecto agotado y sin resultados, con un presidente que ha renunciado a ejercerla para hacer seguidismo de Sánchez y un Gobierno que ha dejado abandonados a los cántabros cuando más lo necesitaban. No hay ni autogobierno, ni reivindicación. Jamás hemos sido menos autónomos.
Creo que el mejor homenaje que podemos hacerle al pasado y a nuestro Estatuto es tomar las riendas del presente y hacernos dueños de nuestro futuro, porque para eso sirve la autonomía.
Yo la quiero para bajar los impuestos a todos los cántabros, para acabar con la infernal burocracia que martiriza a nuestras empresas, para dar una salida a quienes quieren trabajar y no pueden, especialmente jóvenes y mayores de 44 años.
Creo en la autonomía para fomentar la colaboración público-privada y hacer remontar la inversión empresarial; convertir a Cantabria en un polo de la industria de la salud; apoyar la transición energética de nuestro sector industrial o aprobar un plan de ayudas directas para el mantenimiento de la actividad ganadera en la región.
Y la defiendo para recuperar la sanidad pública para sus usuarios y acabar con el cerrojazo de la Atención Primaria; trabajar de verdad por la conciliación; hacer una región bilingüe o apostar por una Formación Profesional a la altura del nuevo modelo productivo. También para ejercer una reivindicación eficaz de nuestros derechos, para lograr una financiación autonómica justa que nos permita seguir existiendo como autonomía e impulsar su transformación, maximizando el impacto de los fondos europeos en nuestra economía y nuestra sociedad.
Nuestra autonomía nació de la audacia y el optimismo. Yo quiero transmitir optimismo y decir que hay solución porque hay otra manera de hacer política y de hacer las cosas. La gente aplaude frases ocurrentes, pero lo que realmente quiere es trabajo bien hecho. No se trata de acaparar competencias, sino de ejercer con eficacia, coordinación y sensibilidad las que ya tenemos.
Cantabria ha ido mejor cuando se ha gobernado mejor. Esa es la lección de estos 40 años y por eso el Partido Popular está también en el futuro de Cantabria.
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