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Autonomía dependiente

Ser una persona autónoma en este país es un acto de osadía y tenacidad sin límites

Martes, 21 de abril 2020, 07:14

Ser una persona autónoma en este país (en términos de tributación) es un acto de osadía y tenacidad sin límites. Una suerte de equilibrio entre la duda, la sensación de pagar por trabajar los meses en los que la facturación causa estragos y el desasosiego ... cuando los gastos siguen llegando pero es imposible salir a vender 'producto'. Imagino que, a todas las personas que cotizan por dicho régimen, les encantaría pagar el máximo; les alegraría pagar unos altos tributos si son consecuentes con lo ingresado, asegurarse una jubilación y unos derechos laborales que ni de lejos se equiparan a los trabajos por cuenta ajena y en los que la situación se precariza en cuanto pequeñas variables se aceleran o ralentizan. Pero, los ingresos no suelen llegar para grandes alegrías y esa cotización se reserva para los últimos años en los que el retiro resulta inminente. Preparar los impuestos trimestrales, guardar facturas, estudiar necesidades y presupuestar proyectos que no siempre fructifican; la necesidad de no enfermar, de no faltar, de llegar, de formarse en nuevas tecnologías (Hacienda obliga) y poner buena cara porque, en este caso ciertamente, la clientela tiene la sartén por el mango al depender de su pago a tiempo. La imagen que la sociedad tiene es la del gran empresariado, no la de las personas que se dedican a diferentes y variados oficios que trabajan para conseguir un salario que no siempre toca a fin de mes. Personas que viven con la incertidumbre bajo la almohada, que se despiertan con ella al alba de la angustia y que, más que nunca, precisan de una atención seria por parte de la clase política. Las cifras hablan: sustentan el país con sus tributos, mantienen el tejido comercial, los servicios, el tejido social y, sobremanera, el entramado cultural. Quizás estamos asistiendo a un momento histórico, por vez primera un gobierno plasma prestaciones concretas, piensa a estas personas como clase obrera, intuye sus necesidades y busca soluciones. Pero, lamentablemente, es insuficiente. Entiendo que debemos alegrarnos por este cambio de paradigma, por este cambio de enfoque, por esta reivindicación que nadie quiso escuchar en crisis cercanas anteriores, pero que ahora se hace más que evidente. Entiendo que estamos en el camino, que algo tiene que cambiar después de esta debacle; pero al tiempo, sospecho, que la fortuna no siempre ayuda a quien demuestra audacia y que las 'ayudas' no pueden constituir migajas para el silencio. Es un momento para demostrar que un gobierno es lo que hace, que es serio, empático, sereno y, sobremanera, un momento para vislumbrar que un modelo social respetuoso con la clase obrera, sea cual sea su fuente de ingresos, es un gobierno de progreso.

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