Toca a su fin el semestre del estado de alarma entre las tensiones de la Administración central y las autonómicas, el desconcierto de los ciudadanos ... que apenas aciertan a discernir lo que podrán hacer o no en cada territorio, la inseguridad jurídica que sobrevuela en torno las restricciones dictadas en las diversas regiones y la gran resaca de las elecciones madrileñas. El hito de Isabel Díaz Ayuso, que ha infligido a Pedro Sánchez una derrota mortificante, ha echado a Pablo Iglesias de la política y castigado con una enmienda a la totalidad a la gestión de la pandemia por parte del Gobierno PSOE-Unidas Podemos. De la determinación de Díaz Ayuso, y del premio que ha merecido en las urnas, deben tomar nota muchos dirigentes nacionales y autonómicos, entre ellos el presidente Revilla en Cantabria.
El éxito de Ayuso agita las turbulencias en el seno del Gobierno Revilla en las vísperas del final del estado de alarma. El aviso a navegantes que supone el apabullante refrendo de los madrileños al liderazgo de su presidenta, construido durante la pandemia: desde la compra de mascarillas cuando Fernando Simón decía que no eran necesarias porque no las había, a los nuevos hospitales y los cierres selectivos, y sobre todo, a la voluntad de mantener abiertos los negocios, los centros culturales, la hostelería. En definitiva, conciliar salud y economía en la medida de lo posible. Con aciertos y errores, con índices de pandemia mejores o peores que otras autonomías, según los ciclos. Y, cosa curiosa, los criterios técnicos sanitarios en los que se ampara Revilla para mantener las restricciones en Cantabria resulta que en Madrid avalan la normalización de la actividad que aplica Ayuso. O sea, la ciencia dependiente de la ideología o de quién manda en cada territorio.
En Cantabria, como hay un Gobierno de coalición, mandan dos partidos. En el PRC, el mayoritario, están que fuman en pipa porque perciben una coyuntura perversa para sus intereses: las restricciones las imponen los 'talibanes' del PSOE, el vicepresidente Zuloaga, el consejero Rodríguez y sus cargos de confianza en el área sanitaria, y luego el 'marrón' se lo come cada vez más el presidente Revilla, que para eso es el jefe, ante los hosteleros, los grupos de la oposición y la opinión pública. Y ahora lo que le faltaba: una denuncia por comer y fumarse un puro en un negocio hostelero de Santander
Revilla despliega su discurso en todas direcciones para salvar su imagen en la crisis: lo mismo polemiza con Ayuso durante la campaña madrileña, que se desliza más de la cuenta al airear contactos con su habitual aliado y amigo, el lehendakari Urkullu, o que se declara el máximo defensor de la hostelería y el turismo de Cantabria gracias a su popularidad mediática. Y no le falta razón en este último aspecto, por eso resulta más extraño que no haya aliviado las restricciones del sector y acelerado unas ayudas mejor dotadas.
Creen Revilla y el PRC que ya es tarde para rectificar sobre la obediencia a los criterios sanitarios en la regulación de la actividad en la pandemia. De lo que se trata es que ahora que termina el estado de alarma, el toque de queda y los frenos a la movilidad, mientras la vacunación avanza, esos criterios se relajen para adaptarse a la nueva coyuntura. ¿Cómo es posible que una familia de viaje pueda parar a comer en Aguilar de Campoo y no en Reinosa, en Llanes sí y en San Vicente de la Barquera no? Eso tiene que cambiar desde este mismo domingo, exigen los regionalistas.
Y sin embargo, esta misma semana el departamento de Salud Pública, de adscripción socialista, anunciaba la intención de mantener las restricciones a la hostelería más allá del final del estado de alarma, con el consiguiente rifirrafe con el PRC en el Consejo de Gobierno. Posteriormente, el Ejecutivo ha hablado de abrir tímidamente la hostelería desde esta semana en los municipios con baja incidencia del virus.
Advierte el PP a Revilla de que el conflicto de la hostelería se lo puede llevar por delante y al mismo tiempo publicita una encuesta según la cual el regionalismo baja tanto que devuelve a los populares el primer puesto en el ranking político de Cantabria. El sondeo sirve para insuflar ánimos al inquieto PP cántabro, también pretende ser un escudo contra el fuego amigo que disparan desde la sede de Génova contra la presidenta del partido en Cantabria, María José Sáenz de Buruaga. En los diversos partidos, también en el PSOE, el dato que más saborean es que un 76% de los encuestados opina que el tiempo político de Revilla ya ha pasado. Bueno, el histórico líder regionalista ya está acostumbrado a desmentir pronósticos negativos, pero es verdad que la pandemia, y especialmente, la ofensiva hostelera, le está haciendo mucho daño. Falta mucho para las elecciones de 2023, pero en los 7.000 negocios y en los 25.000 empleos del sector hay muchos votos en juego.
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