Balance y buenos propósitos
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Racionalizar el gasto, reducir fraude fiscal y avanzar en la progresividad impositiva para mantener el 'estado de bienestar'De acuerdo con la tradición, el fin de un año y el comienzo de otro es el momento ideal para, en todas y cada una ... de las esferas de nuestra existencia, hacer balance y formular propósitos acerca de lo que deberíamos hacer o dejar de hacer, tanto a nivel colectivo como individual.
En lo que atañe a la esfera macroeconómica, que es la que aquí nos ocupa, 2022 ha sido un año lleno de luces y sombras, aunque las segundas han ido ganando terreno a las primeras. Si bien es cierto que el año se inició con algún vigor en la mayoría de las economías occidentales, incluida la española, pronto se vio que las cosas se iban a torcer: las distorsiones en las cadenas de suministro a escala global y, sobre todo, la guerra en Ucrania trastocaron completamente el panorama económico mundial y, muy en especial, el europeo. Tres son los ámbitos en los que, pese a la decidida acción de los gobiernos en sentido contrario, la situación ha empeorado de forma manifiesta: el primero de ellos es el de la actividad económica, el segundo el de los precios, y el tercero el de la pobreza/desigualdad.
Aun cuando ninguna de las economías europeas entró técnicamente en recesión, todas ellas han visto reducida de forma severa sus tasas de crecimiento económico (en España en torno a tres puntos porcentuales) y las perspectivas, aunque muy mediatizadas por la evolución del conflicto en Ucrania, no son nada halagüeñas; por fortuna, y al menos como novedad en el caso español, el mercado de trabajo ha evolucionado bastante mejor que la producción. En cuanto a los precios, la dinámica experimentada (con picos de inflación por encima del 10%) ha sido mucho más potente y duradera de lo que la mayoría de las instituciones pronosticaban a principios de año, sumiendo a la economía mundial en un verdadero caos; visto lo visto, y pese a que las tensiones inflacionistas han remitido algo, parece que la evolución de los precios nos seguirá provocando dolores de cabeza durante todo 2023. Por último, la caída en el ritmo de actividad económica y el aumento de los precios, particularmente los de la energía y alimentos, se ha traducido en un incremento sustancial de la pobreza y la desigualdad, con el consiguiente crecimiento de la polarización en la distribución de la renta.
Como quiera que ninguno de los factores determinantes de la crisis actual se ha solventado, ocurre que entramos en 2023 con un panorama mucho peor del que teníamos cuando lo iniciamos. ¿Qué deberíamos hacer para mejorar algo las cosas o, al menos, impedir que empeoren más? ¿Cuáles tendrían que ser los propósitos de año nuevo que deberíamos convertir en realidad? Reconociendo que cada uno pueda tener los suyos, a mí se me ocurre que hay dos que son absolutamente irrenunciables. El primero de ellos es el de avanzar todo lo rápido que se pueda en materia de seguridad de abastecimientos: si algo ha puesto de relieve la crisis actual es que Europa depende demasiado, y en un abanico demasiado grande de bienes y servicios, de socios comerciales que no son fiables. Reducir nuestra dependencia exterior en todo lo que concierne al suministro de productos estratégicos (gas, petróleo, cereales, chips, etc.) tiene que ser una prioridad absoluta para todos los gobiernos europeos; para todos y de forma conjunta.
El segundo propósito es que, en contra de lo que algunos proponen, no se utilice la crisis como chivo expiatorio para reducir el 'estado del bienestar'. Puesto que la crisis ha aumentado la pobreza y la desigualdad, el rol del Estado, ahora más que nunca, debería ser el de tratar de contrarrestar esta deriva. Aunque estoy convencido de que hay que tener planes claros acerca de cómo empezar a sanear las cuentas públicas, me parece que no es el momento de reducir, sino todo lo contrario, el gasto social y el gasto en apoyo a las empresas medianas y pequeñas, empresas que, por mor de la inflación, corren serio peligro de reducir su actividad e, incluso, desaparecer. Racionalizar el gasto, reducir el fraude fiscal y avanzar en progresividad impositiva son los mecanismos básicos para, en tiempos duros como los actuales, mantener el 'estado del bienestar'.
2023 será, desde una perspectiva económica, un año difícil, tanto más si los propósitos mencionados se quedan en eso, en propósitos. En todo caso, mi deseo para todos es que lo disfruten todo lo que puedan.
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Ana del Castillo
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