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El creador de los balleneros modernos fue el noruego Larsen. Ingleses en las Falkland y franceses en las Kerguelen habían establecido fundiciones en tierra para tratar las grasas de ballenas matadas por balleneros a vapor, pero éstos, de dimensiones modestas, no podían apartarse mucho ... de sus bases y sólo hacían pescas mediocres.
Larsen ideó el barco-fábrica, provisto de todo el material necesario a la transformación de los productos que le traían pequeños balleneros y podía desplazarse con ellos para seguir la caza. En 1905 ejecuta su proyecto y tuvo pronto varios imitadores. En 1930, contaba una decena de más de veinte mil toneladas. En 1939 el mayor de estos navíos era el Unitas, construido para el trust anglo-holandés Margarine Unilever de ciento noventa metros de eslora y tenía a bordo cuatrocientos hombres, de los cuales doscientos que formaban las tripulaciones de ocho balleneros-cazadores que le acompañaban. Su principal mástil de carga podía izar ciento sesenta toneladas sobre su cubierta y sus aparejos eran capaces de transformar cada día veinticinco ballenas de cien toneladas, dando cada una veinticinco toneladas de grasa y tanta carne a estibar en sus cuarenta bodegas de un volumen total de veinticinco mil metros cúbicos. Ciertos navíos-fábricas disponían de un avión o hidroavión de reconocimiento para buscar grupos de ballenas.
En el momento de las mayores capturas de los balleneros de vela, escribe el capitán Lacroix, contaban más o menos ciento cincuenta mil barriles de aceite de cetáceos, entrando cada año en los puertos americanos. En 1906, la producción mundial había caído a setenta y cinco mil barriles en épocas de transición mecánica. En 1925, alcanzó un millón veinte mil barriles. Entre 1925 y 1930 se estimaban en dos millones quinientos mil barriles, de los cuales un millón setecientos mil por los Noruegos con cuarenta y tres barcos-fábricas y doscientos treinta y dos cazadores tripulados por once mil marinos, representando por día de pesca una ganancia de ochocientos noventa mil francos. El cargamento de un solo gran barco-fábrica equivalía a la ganancia de toda una temporada de pesca de la flota entera de New-Bedford en la edad de oro de la pesca ballenera de velas. Es principalmente en el sur del océano Pacífico, entre los meridianos del Cabo Horno y de la Tasmania, donde iban a trabajar estos navíos-fábricas. Pero la necesidad de materias grasas era tan grande en aquella sociedad moderna del siglo XX, que perseguirán los grandes cetáceos por todas partes. Así extendieron su campo de acción a los parajes del cabo de Buena-Esperanza, de Nueva-Zelanda, de Gabón, de las Antillas, de las Hébridas de las Shetland.
Los japoneses también construyeron navíos-fábricas, que operaban en el Pacífico del Norte. Resulta todo esto una verdadera masacre de mamíferos marinos. Durante el período 1916-1926, los beneficios netos de las cuatro principales compañías noruegas para la pesca de la ballena fueron de 94% a 141% por año. En 1935, en el Atlántico sólo, habían matado más de treinta mi ballenas o rorcuales; en 1938, estiman que sesenta mil fueron destruidos en el mundo entero. Gran Hecatombe gran asesinato de cetáceos que se produjo hasta casi finales del siglo XX, donde los españoles también tenían sus factorías tanto en Galicia como en Cádiz. El negocio fue atroz y los españoles nos alimentamos de margarina durante décadas, que estaba impresa hasta en galletas. En nuestra Regrasa se refinó el sebo animal tanto de tierra como de mar de la que salía la famosa margarina Tan. También los castreños comimos las entrañas de las ballenas en forma de margarina Tan.
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