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No es nada difícil que en cualquier momento, en el ejercicio de nuestras actividades o en periodos de descanso, de relajación o tertulia, seamos sorprendidos por la noticia de algún hecho brusco, vil, y cruel, como el de un asesinato mediante asfixia, por degollamiento, disparo ... de escopeta, martillazo en la cabeza... en definitiva, a través de un proceso inverosímil, no fácil de imaginar. Así, de forma permanente, ocurre uno y pensamos cuándo ocurrirá el siguiente, porque siempre hay otro y otro; es algo incrustado en nuestro comportamiento en consecuencia, como una sacudida violenta, como una respuesta intempestiva, con un deseo malévolo y repugnante se ocasiona en cualquier momento, lugar o circunstancia. Ni la raza, cultura, nivel social, color, práctica religiosa, vida rural o urbana, nivel de inteligencia… no se dan singularidades. Cualquier individuo puede ser candidato a criminal, a cometer un acto tan repugnante, detestable, y doloroso, incluso sin importarle la presencia de sus hijos con los que ocasionalmente puede descargar su ira, su rabia, su repugnado odio; niños mayores o menores pueden ser decapitados, asfixiados, quemados… o despedidos por un balcón de un piso con gran altura. Cuando escribes esto sientes un estremecimiento interior y no puedes por menos de preguntarte ¿por qué?. ¿Por qué este cáncer maligno social que tantas vidas ha segado hasta el día de la fecha?, ¿por qué previamente esos individuos vacíos emocionalmente, llenos de odio y rabia, impregnados de deseos de venganza y destrucción, no piensan un poco ene su madre, mujer que les ha traído al mundo?, ¿por qué ese sentimiento de venganza?, ¿por qué ese afán supremo de control y posesión de la compañera, amiga, pareja, desconocida, en definitiva cualquier mujer? Al final la dinámica es la de satisfacción de un malévolo deseo, de tener, disponer, poseer y controlar, entendiendo que la mujer es un objeto, muñeco al que pueden tomar, dejar, abandonar, escupir y destruir. ¿Qué es lo que en el fondo quieren demostrar?, que soy más que tú, que soy tu dueño. ¿Y eso dónde nos lleva?, ¿a satisfacernos porque somos poderosos? Porque podemos manipular a nuestro capricho a otro ser que respira, que tiene vida, y que lo que pretende es vivir en paz.
Cuando tienes una conversación con uno de estos seres entiendes que los hay de todos los formatos porque las personalidades son distintas: unos más pasivos, otros impresionan que no son nocivos, silenciosos como serpientes, pero con mirada tensa, irritante, y actitud de desconfianza. Éstos parece que no han realizado un acto tan brutal o destructor, impresionan que pasaban por allí sin atreverse a tocar nada cuando han sido los más refinados criminales, con la comisión de actos que repugnan. Otros son más exaltados, con actitud más violenta expresa, con gestos más activos, inquietos, y tratando de dar una información para demostrar que no podía más, que no pintaba nada, que no se le respetaba, ni se le quería, que todo era un desorden, que así no, odia vivir, que ella no le valoraba… Otros sencillamente desconfían, vigilan, controlan permanentemente, ponen trampas en las que caen, las hacen culpables de su infelicidad porque sólo aportan desgracias, son seres inservibles, además de pretenciosas… hay que quitarlas del medio. En otras ocasiones son personas que no conocen, pero que fantasean con la posibilidad de poseerla. Ella no se da cuenta y ni le mira, esto a él le hiere profundamente, se siente mal por los desprecios de los que ella no se da cuenta... un día la mete en un maletero del coche y la violencia que desata, es como la de una apisonadora, la aplasta. Tú no me mirabas, tú me despreciabas, tú te sentías superior, eso es lo que eres, ceniza.
Qué necesidad de educación tenemos cuando, entre nosotros, existen personas de este perfil; cuando conviven, comen, o toman café individuos que se mueven por esos sentimientos, llenos de deseos de venganza, deseos de poder, de control, de posesión, de demostrar que son más grandes que nadie, que son muy hombres porque pueden esclavizar a una mujer. Necesitamos que los niños en los colegios escuelas e institutos compartan, convivan como alumnos, en igualdad de condiciones, con derechos y obligaciones equivalentes, sin distinción de ningún tipo, donde se trabaje en grupo, donde se colabore y coopere de forma permanente, donde se imponga el compañerismo, el entendimiento, la crítica reflexiva y el diálogo. Esto no puede seguir así, ha de tener un fin y este va a llegar cuando en nuestras casas penetre el sentido de la crítica libremente, cuando todos seamos iguales para todo, cuando la colaboración y el entendimiento, junto con el compañerismo, se haga realidad.
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