Secciones
Servicios
Destacamos
Los medios de comunicación nos informan permanentemente de las sentencias de derribo que pesan sobre determinadas construcciones, de forma especial, por lo dolorosas que resultan, de aquellas viviendas o urbanizaciones que tienen dueños y están habitadas. Son noticias que nos sorprenden y que nos llevan ... a la reflexión. Uno piensa en los habitantes de esas viviendas en cuestión y la sensación es de enorme tristeza, de pena, de rabia... y de sorpresa. Porque está bien que retiren estorbos urbanísticos sin valor, y que ello suponga una mejora para la habitabilidad del pueblo o ciudad o camino interurbano. ¿Pero el lugar de descanso de una familia? Por increíble que parezca, esto ocurre, y la prensa nos lo recuerda de manera periódica. Que viviendas con pocos años, de no muy antigua construcción, están siendo o van a ser derribadas por incumplir, no sé qué cosa, y que, en consecuencia, sus dueños se van a la calle.
No son pocos los trámites (porque además tengo experiencia en la materia, dado que he tenido que rehabilitar dos centros), que hay que resolver para ocupar una vivienda. Se exigen licencias de todo tipo y condición en las que además intervienen distintas administraciones, y sin prisa. Se producen frecuentes visitas de las autoridades al lugar en cuestión para verlo in situ, es decir, que no es algo que se dispense desde una máquina programada. Es uno de los hechos más elaborados, de forma especial, por las firmas y el tiempo que conlleva, y además cuando llega el final, y tienes que dar de alta los servicios –la luz, el gas, el agua...– hay que presentar papeles y papeles. Son muchos los servicios y personas que tienen que inspeccionar, sufriendo mucho, hasta conseguir un permiso de habitabilidad. 'Gloria' cuando lo tienes todo en tus manos. Los años de esfuerzo han merecido la pena. Podemos entrar ya en nuestra casa. Es una maravilla.
Porque una casa en sí es la prolongación en vida del útero materno, es el cobijo, el ambiente más íntimo en el que se mueve la familia, el lugar de descanso, de encuentro, de comunicación, de convivencia y recreo, de soledad y refugio, de pensamientos miles, de reflexión diaria, de retiro y de encuentro.
Nada supera la casa propia en términos de convivencia. Desde allí se piensa y proyecta toda nuestra vida, todos luchamos por ese lugar desde que nacemos, porque a todos nos iguala, además de la muerte el nacimiento, junto al recorrido o itinerario de la vida. Nacemos muy limitados. Somos los mamíferos que nacemos con un mayor grado de dependencia. Nos dan cobijo, alimento y abrigo, y así crecemos y nos desarrollamos, y de forma inmediata, todos. Todos comenzamos un periodo de formación en el que deseamos conseguir una cualificación de la que poder vivir, que se culminara con nuestra emancipación; al encontrar una casa desde donde proyectarnos en la vida, este es el recorrido que todos hacemos, que puede ser más o menos largo, dependiendo de muchos factores, pero que el comienzo y el final, como el final de la vida, nos iguala.
Pues en ocasiones, y sin saber muy bien por qué, porque nadie asume ninguna responsabilidad, cuando después de casi una vida nos adentramos en la jubilación, o nos aproximamos a ella, cuando encontramos una pareja con la que compartimos una casa, cuando estamos en pleno lanzamiento, al principio del camino, o al final, saboreando todo lo que hemos conseguido, después de los sufrimientos que supone la adquisición de una vivienda en términos de esperanza, ilusión y trabajo, para sortear mil problemas que surgen en el camino, cuando al final conseguimos eso, el descanso o la paz deseados, se nos comunica que nos ponen en la calle, con lo que eso supone de pérdidas materiales, afectivas, y emocionales, pues fue nuestro sueño más glorioso, y nuestro éxito más sonado. Nos quedamos noqueados, desorientados, perdemos el norte, entre otras cosas porque nadie lo puede entender, ni menos explicar.
Una vida llena de sacrificios, por iniciar o por terminar nuestra convivencia familiar, el nido, el hogar donde tantas veces nos hemos abrigado y querido, realizado proyectos de todo tipo, el lugar donde uno se encuentra sosegado y tranquilo, para el análisis de cuanto sucede, el lugar que nos acerca, nos une, a la vez que nos ayuda a crecer, el lugar donde nos hemos hecho personas, o nos da abrigo para hacernos mayores, nos escupe, sin que por otra parte nadie asuma ninguna culpa ¡Cuánto dolor! ¡Cuánta injusticia!
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.