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Hacía años que no nos habíamos encontrado, y en ocasiones recordé nuestros encuentros. Le gustaba jugar al tenis como a mí y, aunque era bastante mayor que yo, su pasión, o su entusiasmo, o su espíritu competitivo, le empujaban y casi de forma inevitable me ... proponía un partido. Siempre lo pasamos bien, eran divertidos todos sus comentarios, llenos siempre de anécdotas, un poco picarescas, pero en pequeño comité aceptadas. Un día, después de un tiempo en el que no supe nada de él, llegó al club –parece que la familia celebraba un acto de primera comunión–, y se acercó a la mesa en la que yo estaba hojeando el periódico. «Hola –me dijo–, me parece que te conozco, tu cara la he visto, ¿quizás en la TV?». Yo, sorprendido al principio, porque hacía tiempo que no sabía de él, ni tampoco tenía contacto con su familia, le respondí: «Yo no soy de la televisión. No tengo nada que ver con ese medio de comunicación, pero yo te recuerdo, hemos jugado tenis en alguna ocasión, y a veces me has ganado, tenias un revés muy bueno, y por ahí me metías bolas y más bolas, y me hacías trabajar demasiado». Él entonces siguió con la conversación. «Recuerdo que lo pasamos bien. Creo que sé de lo que me hablas, pero he venido hoy aquí, y qué mal funciona este club, he pedido un café antes y no sé nada de él, no sé donde estará, se lo diré a mi hijo». «¿Tienes por aquí la familia?», le pregunté. «No sé, aquí, allí, siempre andan por su cuenta, no sé nada de ellos, a ver si los veo». Se levantó, se alejó, yo lo seguí con la mirada, y un hijo que ya le había observado, y que le seguía con la mirada, le cogió por el hombro y se lo llevo con la familia.
El deterioro cognitivo, o déficit de las actividades intelectuales, memoria, capacidad de aprendizaje, atención, capacidad de concentración o de realizar tereas, o de planificar… puede, como casi todos los cuadros patológicos, ser leve, moderado o grave. En este caso es moderado: no me situaba, no recordaba nuestros encuentros o actividades, estaba desorientado, no sabía exactamente dónde y con quien estaba... Además, no sabía para qué estaba, dónde estaba, ni que hecho se celebraba. Separado de la familia picoteaba tratando de conectar, pero las neuronas, ese enlace de interconexiones, no fluía, por lo que su dirección, estar con los demás, discernir e interpretar, reconocer y participar, conducirse en medio del grupo, establecer prioridades… había desaparecido.
El deterioro nos asalta de forma sutil, silenciosa, suave y escalando hacia una presencia en principio imperceptible; tenemos un despiste, un lapsus, un equívoco, no respondemos correctamente porque carecemos de recursos, en este caso de recuerdos; nos comentan algo, nos comunican algo, nos encargan algo, y si son varias cosas, siempre se nos olvida algo; planificamos con limitaciones, organizamos con muchas dificultades, los errores siempre están presentes, así como los olvidos y la carencia de iniciativa, junto a la toma de decisiones. Somos más lentos en todo, necesitamos más tiempo para resolver algo que hacíamos mecánicamente, vamos por lo tanto perdiendo capacidades mentales, la atención se dispersa, no nos concentramos, o lo hacemos con dificultad, razonamos muy torpemente porque carecemos de recursos, por lo que nos enquistamos normalmente en algo, siendo inflexibles, vamos perdiendo la paciencia, alejándonos de los demás a los que no entendemos. Nuestro fin es una vida aislada, en la que no prestamos atención, porque no entendemos nada, hasta que al final, con una inexpresiva cara, puede que seamos obedientes y vayamos de la mano de los otros, o puede que protestemos, e incluso nos pongamos nerviosos, y nos agitemos, porque no disponemos de lo deseado.
En principio, y como la aparición de la sintomatología es lenta, no vamos al médico, y si vamos, como el individuo es mayor, nos dirán que es algo propio de las personas mayores, que tienen dificultad para aprender; pero ocurre, que si no aprendemos, y como vamos olvidando, nos quedamos sin nada en la cabeza, aislados y sin recursos mentales. De ahí que la rehabilitación sea tan necesaria, e incluso vital, en un centro donde convivan un grupo de profesionales, neuropsicología, logopeda, fisioterapeuta y terapeuta ocupacional, dirigidos por un especialista en neurología. Desde esta actividad, el progreso de la enfermedad se ralentizará, la sintomatología será más leve, evolucionará más lentamente, de tal forma que vivirá en presencia emocional entre nosotros, más tiempo. Hoy el avance de la tecnología y la farmacología, debidamente combinadas, permiten terapias que mejoran mucho las capacidades cognitivas residuales del paciente.
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