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No se puede disfrutar del razonamiento lógico, de la crítica, del análisis y de la reflexión, es decir, estar en posesión de un criterio propio y creer en un perfil riguroso de la política y del político, porque éste está herméticamente cerrado a cualquier argumento ... que no apoye o proteja sus creencias. Los votantes fieles a un partido político jamás han fundamentado su argumento en razones lógicas y contrastadas, al estar impregnados de una enorme carga de emociones que con el transcurso del tiempo van a ir tratando de encontrar un razonamiento, en el deseo de entender, además de asegurar, cada día con más contundencia sus creencias.
Según refieren algunos autores, parece que todos nosotros contamos con creencias previas nacidas al amparo del ambiente en el que nos movemos y la cotidianidad en la que nos desarrollamos y crecemos. También afirman que, con el tiempo, vamos a ir buscando argumentos para su estabilización, fortaleza y maduración, pudiendo llegar al fanatismo, lugar desde el que nos alumbra una sola verdad. Ello se basa en que la elección de un partido tiene sus raíces en estructuras no conscientes de la personalidad (cuestión confirmada por diversos autores), de tal forma que Drew Westen, por las imágenes de una resonancia magnética, pudo predecir en América a qué partido político votaría cada ciudadano solicitando la respuesta a una simple pregunta.
La desconfianza en la razón, su clara ausencia en las decisiones trascendentales, se da especialmente en los campos de la economía y la religión; Keynes asegura que las grandes decisiones económicas, cuya trascendencia puede ser mundial, se imparten desde el presentimiento, un rasgo de nuestro carácter que, sin que lo percibamos, va a motivar y dirigir nuestra acción política, de aquí la necesidad de ir teniendo en cuenta esta acción inconsciente, por la enorme trascendencia de los grandes problemas, como el de votar.
Es también necesario tener en cuenta nuestro temperamento, que puede ser optimista, alegre y esperanzador, o pesimista, retraído y miedoso. Ello implica que unos piensan, sin poderlo evitar, que el mundo está cambiando, aunque observen cierto progreso y bienestar de los ciudadanos, mientras otros no lo ven así, a pesar de las conclusiones científicas, pues éstas cuentan siempre muy poco para ambos grupos o creencias, al realizar cada grupo su lectura siempre sesgada de la realidad, quedándose siempre con aquella que corrobore sus sentimientos. Esto nos va a llevar a que los grandes hechos históricos tengan diversas lecturas, según qué visión preconice.
Todo ello nos demuestra, tristemente, que los humanos, más que animales racionales, somos animales emocionales, y al final lo que en realidad permanece como objetivo esencial no es la verdad, que en muy pocas ocasiones se busca, es la supervivencia de la sociedad, lucha que se inició desde el principio de la historia. Esta realidad pobre, regresiva además de triste, no es fácil de cambiar. Existe una enorme imposibilidad, dado que supondría poner sobre la mesa los enormes prejuicios con los que estamos conviviendo en equilibrio estable, pero equilibrio. Pensemos que todo aquello en lo que se cree sin argumentos, y por lo que casi se puede dar la vida, no se podrá refutar con argumentos, por lo que solo podemos aspirar a conseguir ciertas pequeñas reformas, mediante la penetración sutil, a la vez de contundente, de ideas subversivas que además jamás intenten detener, o cuestionar nada, sino, simplemente remover, socavar o inquietar, las verdades en las que vivimos, y que nos permiten cierto entendimiento, haciendo saber así, de otras posibilidades de pensamiento. La idea es que las cosas pueden ser distintas, al observarse desde otros ángulos, de tal forma que esta es la base de la creación de las ideologías básicas.
Las creencias políticas son como ilusiones ópticas, y lo sabemos, pero nos engañamos porque queremos engañarnos, ¡nos es más fácil no perder la inseguridad en la que vivimos, que realizar una estructura renovada aunque sea sólida! El sol se mueve sobre la tierra, vemos como surca el cielo, se mueve, nace y lentamente se dirige hasta perderse; sabemos que es la tierra la que se mueve, pero es más cómodo y útil seguir en esta mentira. Nosotros sabemos que las emociones, en ocasiones, no es fácil controlarlas, y nos dejamos llevar porque nos atrae su pasión, pero, al dominarnos, hemos perdido el control del pensamiento lógico. Por ello, deberían mantenerlas en su reducto afectivo. Es obvio que no podemos eliminar las emociones, las fantasías ni las ilusiones, por lo que, en el fondo, no somos seres racionales, somos seres emocionales, para bien y para mal.
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