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En los últimos tiempos, el fenómeno migratorio viene ocupando espacios de discusión en periódicos, radios, TV y tertulias de todo tipo y colores, porque es un fenómeno que se ha incrementado tanto que plantea, entre otros, problemas de absorción social. Salen en su mayor parte ... de sus países huyendo del hambre, de la miseria, de la falta de futuro. Ocasionalmente pueden ser perseguidos por movimientos políticos o insurgencias armadas que brotan de forma ocasional y que presionan a las familias, las coaccionan, las marginan o secuestran, las amenazan, las maltratan y violan, o las asesinan. ¿Alguna persona normal no daría la misma respuesta que la que dan estas personas?, ¿la de buscar para sus familias un lugar más seguro para poder vivir? Vemos pues que es una respuesta normal, cargada de sentido, y coherente con los hechos que viven.
Por otra parte, nuestra sociedad occidental es una sociedad acomodada, estable, rica, sin graves carencias; una sociedad de lujo en la que la escasez y las limitaciones están acotadas. Se discutirá si se vive algo mejor o peor, pero se puede vivir, cualquiera puede vivir dado que disponemos de unos servicios sociales muy desarrollados, además de una sanidad y educación muy cualificadas. Por otra parte, hay trabajos que normalmente no se quieren desarrollar por los nativos. También se dan factores, como la falta de mano de obra, que hacen necesaria su presencia. Además, la fecundidad está cayendo, cada día nacen menos niños, cada día las mujeres los tienen más tarde, creciendo por patologías fruto de la evolución la fecundación in vitro. A eso hay que sumar que nuestra expectativa de vida se incrementa, y se incrementa gracias a la alimentación, al desarrollo de auto cuidados, de la educación y la sanidad, de forma exponencial. La masa de mayores que no trabaja crece, pero además ese colectivo cobra pensiones u otro tipo de ayuda. ¿Quién trabaja si la franja de la edad laboral decrece y aumenta aquella que hay que alimentar?
Necesitamos mano de obra, niños en la escuela, personas que quieran trabajar. Tenemos un campo abandonado en muchos pueblos de Castilla, Aragón, Extremadura y Andalucía, con viviendas que se caen y frutos y terrenos en su alrededor abandonados. Está creciendo la agricultura ecológica en invernaderos, que exigen mucho cuidado para su mantenimiento y explotación, y no hay suficientes personas con capacidad de trabajar. Necesitamos que lleguen trabajadores, que produzcan para ellos y para nosotros. Si nos alejamos del problema y lo vemos con perspectiva, estamos en medio de una sociedad que se puede complementar: yo te doy una casa en un pueblo y tú cuidas el campo y produces para todos, este sería el resumen. Nos necesitamos, necesitamos desarrollar una convivencia que nos permita, además de vivir en paz, vivir mejor, con más calidad y alegría; ayudamos y nos ayudan, no se puede pedir más.
¿Qué es lo que ocurre? Pues que, como casi siempre, vamos dando soluciones cuando se presenta el problema, y en este caso las soluciones normalmente no son buenas.
En la década de los cincuenta y sesenta, Europa estaba creciendo, había salido de una guerra en la que se habían producido más de diez millones de desplazamientos, o migraciones, se necesitaba mano de obra, crecían los países implicados en la contienda, especialmente Alemania, Países Bajos y Suiza. España, como no participó en la guerra, quedo fuera del Plan Marshall, con lo que nuestro retraso era ostensible. No había trabajo y además había hambre. En aquel momento unos países necesitaban mano de obra y nosotros necesitábamos trabajo; se planificaron las migraciones y, con contratos en origen, partieron familias enteras buscando mitigar el hambre que padecían. Hubo unos años en los que el beneficio fue mutuo, aquellos países crecieron con la mano de obra española y nosotros comenzamos a descubrir, con el dinero remitido, la singularidad de la vida, abriendo pequeños negocios con los ahorros, comprando viviendas, etc.
Un convenio, teniendo como base la fórmula descrita, firmado entre la UE y los países de la franja del Sahel, origen de la mayoría de los emigrantes, podría formar parte de la solución del problema, remitiendo a sus países de origen a cuantos vengan ilegalmente y definiendo como criminales de guerra a los mafiosos traficantes, por el abuso al que someten a personas, hombres, mujeres y niños, que llevaría como castigo penas de cárcel permanente revisable.
No se pueden permitir tantas muertes en el camino, tantas desgracias, tantos abusos, tanta explotación al ser tratados en ocasiones como ratas, que las tiran al mar, para que al final de la superación de enormes sacrificios lleguen a convivir en un almacén, encerrados, sin esperanza, y además culpabilizados de la violencia, agitaciones, desórdenes, acosos… que ocurren allá donde malviven, señalándoles al final, como enemigos de los que nos tenemos que defender.
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