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Al introducirme en este tema, me acude la evocación de mi primera entrada en la escuela de mi pueblo. Fue una mañana fría de invierno, temblaba, tanto por el frío (era el mes de enero) como por el miedo a algo tan desconocido como temido. ... Llama a la puerta mi acompañante, que no era mi madre que estaba enferma. Acude una persona seria, muy morena, con cara desagradable, y sin un gesto de cariño, y me sitúa frente a un ábaco en ausencia de palabra alguna, donde pasé muchos días, hasta aprender a contar. Un mapa mundial se situaba colgado sobre la pared y un día el maestro apuntó una isla, la de Borneo, y nos dijo que allí vivían animales salvajes, leones, tigres, panteras… con los que soñé algún tiempo. Al lado se colgaba otro mapa representando a Moisés sobre un canastillo, puesto en el río Nilo. Cuánto me preocupó aquel viaje. Así fui creciendo, y lo más desagradable que aún acude a mi memoria es el aprendizaje de la multiplicación de los números decimales... cuántas bofetadas repartiría el maestro al salir a la pizarra los alumnos y no saber distinguir las décimas de las centésimas.
Pasado el tiempo, y superado el periodo del instituto, comienza lo fundamental, el aprendizaje de aquel área de conocimiento del que pretendemos vivir, aspecto de enorme responsabilidad porque supone la culminación de nuestra independencia o autonomía personal. Conseguimos un título, nos hemos formado en un saber determinado, y de acuerdo con nuestra capacitación y experiencia conseguiremos antes o después un puesto de trabajo, mejor o peor remunerado. En el fondo es un viaje que nos iguala a todos los que tenemos la fortuna de contar con escuelas, institutos, y centros de FP y universidades; todos vamos a realizar el mismo itinerario, que se formula con muy pocas letras, 'formarnos en algo de lo que poder vivir'. Obviamente, la responsabilidad del mejor cumplimiento de este camino es del alumno, aunque estén implicadas muchas variables como el ambiente familiar y social, nuestras relaciones personales, el centro de estudio, método y contenido del sistema educativo, calidad de profesorado y número de alumnos por profesor… pero a pesar de tantas variables, Ramón y Cajal, nuestro premio Nobel más insigne, destaca en su libro 'Tónicos para la voluntad' que el alumno que quiere, que desea, que trabaja, al final lo consigue.
De acuerdo con la edad, el alumno tendrá mayor o menor responsabilidad en los resultados de su estudio, pero desde el inicio de nuestra andadura hemos de aprender que al final tendremos que rendir cuentas de nuestro esfuerzo. En la primera etapa destaca la adaptación, participación, colaboración, implicación en el grupo, respeto a sí mismo y a los compañeros, para posteriormente, desde esta base, ir interiorizando conocimientos de diversas áreas, siempre teniendo en cuenta que el tiempo de asueto es vital. Somos seres sociales y en consecuencia hemos de aprender a convivir en el respeto. Pero la esencia es equivalente a la del agricultor: siembra para recoger el fruto en su momento. Nosotros sembramos, estudiamos, para recoger el fruto en los exámenes finales.
No estamos allí para pasarlo bien o mal, para divertirnos, para hacer amigos, para presumir de estatus... no, estamos para ejecutar de forma correcta aquel pacto que hemos firmado y que tenemos que tener permanentemente presente: me matriculo en un curso, mis padres me pagan una matrícula para que yo, alumno, cumpla con mi obligación, que es la de superar los exámenes; ese es mi compromiso, esa es mi responsabilidad primera, y es la que tiene que estar presente a la hora de realizar las distintas actividades.
¿Quién puede superar el compromiso?; es decir, ¿quién puede aprobar el curso? Todos los alumnos, las materias, que de acuerdo con cada curso debemos estudiar, podemos superarlas. No están puestas para suspender a nadie, están puestas para dotar al alumno de conocimientos. Todos pues, si cumplen con, primero, escuchar con atención en clase hasta entender lo que explique el profesor, preguntando a éste lo que no se ha entendido y, segundo, disponiendo desde el principio de un tiempo de estudio de acuerdo con el programa de actividades diarias para repasar lo que nos han explicado. La conjunción de estos dos factores, escuchar en clase y repasar en casa, aseguran la superación del examen.
Frente a comentarios, incluso de los padres de «mi hijo no puede con el curso», la respuesta es: todos disponemos de una inteligencia parecida, con excepción de los superdotados. Inteligencia que es la suma de, según Gardner, más de 20 inteligencias: espacial, musical, cenestésica, lógico-matemática… lo que significa que, desde las mismas capacidades, somos más hábiles en áreas determinadas.
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