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En alguna ocasión creo que he comentado mis encuentros con un colega residente en Valladolid, donde, además del bachiller, cursamos la licenciatura y la especialidad. Desde entonces concertamos algunos encuentros, en Valladolid, que es donde reside mi familia, o en Santander, que es adonde él ... se desplaza junto a su mujer con cierta frecuencia, pues tanto la ciudad como la región cuentan, según ellos, con todas las riquezas de la naturaleza; montaña, valles poblados de arboleda, ríos con remansos y cascadas, puertos, playas hermosas y mar… Y todo ello dentro de un estrecho perímetro. Él siempre añade que se completaría con el mar verdoso en primavera del sembrado de Castilla, o el color pajizo del otoño, movido por el viento.
En esta ocasión, mi mujer y yo nos desplazamos a Valladolid, y siempre después de una agradable y relajado almuerzo, en el café, hablamos sobre nuestras cosas. Primero, un recuerdo para los colegas que fueron compañeros. ¿Cómo están?, ¿qué hacen?… Y después, pasamos a comentar el momento político social actual, que todos coincidimos en calificar como incierto; hemos iniciado un camino, forzando unas alianzas políticas, entre cuyos grupos se dan divergencias políticas, con el objetivo de mantener el poder, y entre todos ellos, se sitúa el grupo de Junts, que a las órdenes de un prófugo de la justicia exige que se le condone la totalidad de delitos cometidos contra la Constitución, para volver a cometerlos otra vez, pues es evidente que su objetivo no es sólo la amnistía de todas sus infracciones, sino la convocatoria de un referéndum.
Esta situación no sólo provoca graves tensiones entre este partido y los que conforman el Gobierno, con el que los independentistas catalanes juegan al saberse esenciales para la aprobación de cualquier proyecto o ley. El desencuentro va más allá, azuzando el PP al PSOE por el pacto, al que ha llegado el gobierno, y en este enorme desencuentro, en que cada grupo político marca sus reivindicaciones, la tensión va creciendo, incendiada por el partido mayoritario, que nunca hizo el esfuerzo de admitir que gobierna legalmente la mayoría parlamentaria que se ha armado, y ésta, dispersa y descompensada, da la sensación que le falta la capacidad para ejercer de acuerdo con los criterios específicos del ejecutivo, que es el de procurar el bien de la totalidad de los ciudadanos.
La polarización gestada entre el Ejecutivo y el partido mayoritario, ahora mismo en la oposición, va creciendo, y la imagen es en este momento propia de barrio, con cachetes en la cara, ofensas de todo tipo, hasta personales, difamaciones, insultos... Todos entonan el «me gusta la fruta» que popularizó Isabel Díaz Ayuso, como consecuencia no de su evidente falta de entendimiento, sino del desprecio y la falta de respeto que se tienen, situación, que está llegando a la sociedad, de tal forma que no es fácil tener un diálogo sereno con una persona que políticamente hablando no piense como uno.
Después de hacer este análisis, mi colega me comentó que en los años cincuenta, en su pueblo, un pueblo de 1.000 habitantes, humilde, dedicado fundamentalmente a la agricultura, había un grupo musical que estaba formado por dos familias y que amenizaba todas las fiestas. De una parte eran padre, hijo y nieto, y de la otra padre y dos hijos. En total, pues, seis músicos. Ocurrió, parece ser, que el hijo de una de las dos familias le quitó la novia a uno de sus compañeros, motivo por lo que las familias se enfrentaron, se separaron, y acabaron formando dos grupos distintos. Esta división trascendió al pueblo entero, y los habitantes se alinearon con aquel grupo que era familia, o que le merecía más respeto, de tal forma que el pueblo quedó dividido, habiendo dos bailes, y sorteando el ayuntamiento el grupo que atiende los eventos, unos la procesiones, los otros el baile... Esto se prolongó hasta los dos comercios que había, de tal modo que algunos iban a comprar la carne al pueblo de al lado.
Esta situación, en la que los desencuentros, las discusiones y las peleas se tornaron normales, algunos novios cortaron y otros pusieron en peligro la convivencia de sus respectivas familias, que incluso decidieron bañarse cada una en distintas partes del río que compartían. Sin juntarse, sin compartir, sin hablarse más que lo puramente necesario... hasta que un día de calor, habiendo varios bañistas en una parte del río y nadie en la otra, llegó a esta última alguien que quiso darse un baño y zozobró. Pidió auxilio, pero para cuando llegaron los de la otra parte, el hombre había muerto.
La pregunta, en este punto, es: ¿qué tendrá que pasar para que esa estúpida polarización que se ha adueñado de nuestra política y que está afectando a los propios ciudadanos de a pie se suavice y se produzca una verdadera reconciliación?
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