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Se trata de un binomio de la mayor importancia porque de él depende en gran parte la esencia del orden social, o la relación de ... los distintos activos, instituciones e individuos. Está sometida al paso del tiempo, en el que se van sucediendo costumbres, valores, relaciones cambiantes, de tal forma que en poco se parecen aquellas que en mis tiempos de alumno de bachiller o de universitario observé, con las que más tarde se ejercían en tiempos de mis hijos, y las que protagonizan el momento actual.
Una mirada en perspectiva de los tres momentos subrayados, nos permite observar cómo el alejamiento, frialdad, falta de empatía… de todos los actores, incluidos padre y tutores, que imperaban en el primer momento, ha ido cambiando hacia un mayor acercamiento, responsabilidad, colaboración y cercanía. Se ha pasado de no conocerse, relacionarse, y observarse como enemigos, el alumno más servil y dominado, y el profesor más encorsetado, frío, lejano… al colega en términos generales. Yo creo que la responsabilidad actual del alumno es más consciente y libre, se siente más integrado, es más responsable de sus actos, trabaja con una conciencia clara, se ha vuelto más crítico, algo que ejerce con más libertad, así como más solidario, y amante del deporte… y el profesor mejor formado, con más habilidades, con criterios más claros, más cercano al alumno, mejorando la relación entre ambos; en definitiva, el binomio ha ganado en calidad.
No obstante, se dan grupos de alumnos más libres o incluso libertarios, que con escaso freno, e incluso presumiendo de impulsivos y anárquicos, plantean problemas de comunicación entre compañeros y con el profesorado; problemas que ocasionalmente pueden ser graves o muy graves, en cuya génesis tienen especial importancia: el ambiente familiar, la calidad de la comunicación de la misma, las relaciones y el modelo de convivencia, y la responsabilidad y seguridad, junto al afecto que han de aportar. Todo esto, además, unido al consumo de sustancias e informaciones perniciosas, llámense drogas, pornografía... Los padres son un activo de primera magnitud, en la medida en que serán siempre sus referentes a lo largo de su formación y desarrollo, de aquí que el niño que escucha poco, y ve y observa todo, todo lo irá interiorizando a lo largo de su infancia, especialmente hasta los siete años, y el producto será la imagen de todo aquello que ha presenciado: desencuentros, enfrentamientos, faltas de respeto, desprecios, rivalidades, peleas, pillaje.
También el eslabón del profesorado puede, como en todos los colectivos, no situarse a la altura que se le exige. Su formación en ocasiones no es la adecuada. Nos licenciamos, preparamos una oposición y a explicar una asignatura... ¿la que dominamos? No siempre es así, pero la dinámica suele ser prepararnos la lección del día y así ir tirando. No cultivamos el lenguaje pedagógico, (saber algo no significa que lo sepamos transmitir de forma correcta), claro, cercano, amable y productivo, para lo que nos tenemos que situar a la altura del alumno, respetarle, atender si cuida su concentración, y enfatizar para despertarles o preguntar con humildad. Pregunta que repetiremos, y si no se responde correctamente, incluso al final de la clase, estaremos unos minutos más para explicarla. Nadie debe salir de clase sin entender lo explicado, hay que preguntar con afecto y respeto.
El alumno tiene que tener el sentimiento de que es respetado, atendido, entendido, y apreciado y que, pase lo que pase, se equivoque o no se equivoque, cuando se le pregunta, se le acoge con responsabilidad y cariño. El profesor no es un 'ogro' jamás, ni lo parece nunca, ni puede dar miedo con suspensos buscados. Los suspensos no han de pasar jamás del 15% en los jóvenes que aprueban todo; de no ser así, el profesor es el fracasado, el que merece el suspenso.
El profesor ha de mantener una formación continuada, algo que exigirá la institución. Ello le permitirá disponer de ideas claras y conceptos trasparentes que con entusiasmo deberá exponer al alumno. Además, ensayará las habilidades que le permitan conectar con el alumno. Es algo que se aprende, y que no todos las pueden disfrutar de forma genética, es una inteligencia especial. La paciencia para situarse en el ruido, o barullo, o incluso en la discusión o la discordia, (el grupo tiene sus frutos), es vital; como vital es la capacidad de conectar, el lenguaje del gesto es 93 veces superior al del verbo, cuidado con la concordancia entre ambos, los alumnos y cualquiera que atienda lo observa, y su discordancia, es decir, transmitir algo que no domino o que no creo, se nota. A esto añadiría la creatividad e imaginación, cultivémosla, así como el ejercicio de la ética.
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Ana del Castillo
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