Secciones
Servicios
Destacamos
El cielo, al que todos aspiramos por tratarse de un lugar de infinito placer y bienestar, lo llegamos a tocar, o, mejor dicho, a sentir, cuando obtenemos algo muy esperado, ansiado, soñado, fantaseado. El nivel de serenidad que ese logro nos provoca es insuperable. Incluso ... pueden surgir lágrimas en nuestros ojos de profunda y honda felicidad.
En nuestro itinerario vital podemos alcanzar esta situación de saturación de bondad y orgullo, de una sonrisa que cubra todo nuestro ser, especialmente a una determinada edad, en la que, al asomarnos al mundo consciente, luchamos y perseveramos con tenacidad, competimos zarandeados sin conciencia plena, al ser fruto de un tiempo que nos moviliza emocionalmente, que nos mantiene alerta, que nos invita a superar todos los obstáculos, exigiéndonos una búsqueda sin límites, sin estabilizar el timón, siendo como muñecos en manos poderosas que dirigen nuestros sentimientos.
Traspasamos los doce años y, hasta los catorce o dieciséis, estamos poseídos, anestesiados, influidos por una fuerza interior producto de nuevas hormonas que dinamizan todo nuestro ser, llevando a cabo actos de una manera semiinconsciente, enmascarados por un deseo, una pasión, una fantasía... No podemos desconectar, no podemos separarnos emocionalmente, casi no hablo con el ser de referencia, casi no lo conozco, casi no sé cómo es, dudo de cómo son su cara, sus andares, sus gestos... sólo una sombra luminosa me permite observarlos, desde la penumbra de mi estado, pero aún así no consigo alejarme, y mucho menos olvidar.
Es un tiempo repleto de sobresaltos, fantasías, frustraciones, deseos y ambiciones, un periodo de lucha sin descanso, de efervescencia mental; el nivel cognitivo se nubla, no funciona ordenadamente, se pierde la crítica y con ello la objetividad, mil caminos salen en cada momento y nos movemos en la duda; quiero llegar y no sé cómo, se me acumulan los objetivos que son deseos insatisfechos, los sueños son permanentes, de tal forma que la realidad en grandes espacios de tiempo no existen.
Los padres, que han vivido es-te estado emocional transitorio, no saben qué hacer, cómo asistir a este parto, doloroso en ocasiones, para que el fruto de sus entrañas, lo que más quieren, alcance la paz.
No pueden hablar porque no son escuchados, no pueden opinar porque nadie les pregunta, no pueden hacer indicaciones porque son despreciadas, se meten en el 'charco', les avisan, y ni se dan cuenta de lo autómata en lo que se ha convertido su vida, que es sólo de ellos y de ellas. Ambos son sus verdaderos dueños, y el motor, que es siempre la esperanza de tocar el cielo, les va impulsando, zarandeando, inquietando, dándoles una de cal y otra de arena. Y en esa esperanza pasan el tiempo en la soledad del deseo, del enamoramiento, de la necesidad de tener, compartir, formar parte de una unidad con la que se identifican tanto que son otros sin dejar de ser ellos.
Estamos frente a un torrente de emociones de todos los tipos: ternura, cariño, atracción, deseo, esperanza, ilusión, ensoñación de una vida, de un encuentro, de una visita, de un beso robado, del mañana eterno, de la conjugación de sentimientos, de las respuestas con rescoldo, con entrega, dulces como la miel, y tan gozosas que nos trasladan al vacío. Pero en ocasiones asistimos a momentos de enorme tristeza, por la dificultad de conseguir una conexión deseada, costándonos la incorporación a la vida ordinaria, a estar con los demás, a ser uno más entre ellos, y a conseguir todo aquello que lícitamente deseamos.
Este tiempo, bien oscuro e incluso en ocasiones tenebroso, o demasiado apasionado cuando es correspondido con la intensidad que se solicita, no debemos de olvidar que es el de la formación. Tenemos que tener presente que nos encontramos aquí y que hemos de conseguir una formación académica, y a ello tenemos que dar el tiempo preciso para conseguir el objetivo, superar el curso, de aquí que la ayuda del colegio y los padres sea necesaria y necesaria la atención al diseño de un futuro, satisfactorio y amable.
No podemos, ni debemos, llevar la pasión al límite de la inhibición del resto de responsabilidades. Tenemos una edad en la que somos mayores, por lo que la reflexión la tenemos que tener en cuenta, escucharnos, y a la vez que luchamos en una dirección, poner la energía en el resto de necesidades.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.