El Banco de España y el SMI
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Los efectos varían mucho por colectivos; lo que sí sé es que la prudencia debería ser siempre la norma a seguir en este terrenoLas instituciones económicas, especialmente las financieras, suelen tener una impronta conservadora muy fuerte. Sus análisis tienden a mantenerse dentro de lo que podemos entender como ' ... economía convencional', por lo que, a menudo, las propuestas de política económica que derivan de ellos no sólo buscan mantener el status quo sino reforzarlo. Rara vez efectúan propuestas renovadoras; mucho menos, por supuesto, se embarcan en otras que, de plasmarse en políticas, podrían dar un vuelco a la situación.
¿Es este el caso del Banco de España? En líneas generales me inclino a pensar que sí, que el BE es una institución conservadora. No obstante, he de reconocer que, en ocasiones, y al igual que otras instituciones financieras (la más conspicua de todas es el FMI), deja de lado su vena conservadora y, sin convertirse en revolucionario, realiza análisis (que pueden ser el germen de futuras políticas) que poco o nada tienen que ver con el convencionalismo en economía.
Aun cuando la información aparecida en algunos medios parecía sugerir otra cosa, este es el caso, creo, del último análisis realizado por expertos del BE sobre el impacto en el empleo de la subida, del 22%, del SMI en 2019. En efecto, si las cifras más destacadas en la prensa, que hacían referencia a una caída muy sustancial del empleo, daban a entender que el BE se posicionaba claramente en contra de tal subida, una lectura detenida del estudio mencionado no sustenta, creo que ni de lejos, tal conclusión.
En primer lugar, porque el estudio nunca se refiere a una destrucción neta de empleo sino a que, como consecuencia de la subida del SMI, se habría reducido su ritmo de creación, algo que, obviamente, es bien distinto.
Pero, aun reconociendo que esta desaceleración en la velocidad de creación de empleo puede ser preocupante, la segunda y verdadera razón que no avala la conclusión destacada en la mayoría de los medios la mencionan los propios autores del estudio, al subrayar que el impacto de incrementos del SMI tiene múltiples dimensiones, algunas muy positivas. En efecto, además del empleo, también afecta a la desigualdad salarial, los precios, las condiciones laborales, las migraciones, la reasignación de trabajadores hacia empresas de mayor productividad, el nivel de consumo de las familias, los niveles de pobreza, el nivel educativo y la salud infantil dentro del hogar, entre otros. Por ello, concluyen, «la decisión de subir o no el SMI no puede circunscribirse al impacto de este instrumento en un solo factor».
Asimismo, un tercer elemento a considerar es que el análisis realizado «se aplica únicamente a los trabajadores asalariados del Régimen General a tiempo completo que han trabajado todos los días de un mes determinado». Aunque con este enfoque se gana en precisión a la hora de estimar impactos, también «se pierde una gran cantidad de relaciones laborales afectadas por el SMI, por lo que los resultados no son extrapolables al total de las mismas».
Teniendo en cuenta todos estos factores -considerando que sólo el 10% de los trabajadores se verían potencialmente afectados por el incremento del SMI, tratando de ser precisos, y obviando equívocos titulares de prensa- las principales conclusiones a las que llega el estudio son las siguientes:
1. La probabilidad de perder el empleo como consecuencia del incremento del SMI se sitúa entre el 2,3 y el 3,2% de los trabajadores afectados, siendo más elevada entre los de más edad.
2. La probabilidad de encontrar empleo disminuye entre el 1,2 y el 2,7%, cayendo más, sin embargo, entre los más jóvenes.
3. En conjunto, se considera que el impacto sobre los afectados por la subida salarial (el mencionado 10% de los ocupados) habría provocado un menor crecimiento del empleo de entre el 0,6 y el 1,1% o, lo que es lo mismo, de entre el 6 y el 11% en los trabajadores que cobraban el SMI. El fuerte repunte de los contratos de entre 1.051 y 1.250 euros, sin embargo, haría que -mediante el trasvase de contratos de nivel salarial inferior hasta esta referencia- el impacto neto fuera menos negativo o incluso positivo.
Sea como fuere, no se puede obviar que los efectos varían mucho por colectivos, siendo los más perjudicados los jóvenes, con contrato temporal, poco cualificados y previamente ocupados en la agricultura o en servicios de mercado. ¿Cómo solucionarlo? No lo sé; lo que sí sé es que la prudencia debería ser siempre, en este terreno, la norma a seguir.
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Ana del Castillo
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