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A bote pronto se me ocurren seis motivos para que un andaluz no residente en Santoña se meta en un jardín que intuyo plagado de avispas. Mi condición de hijo de un cántabro -Alfredo- afincado en Sevilla desde principio de los sesenta; haber conocido 'El ... Barco' en 1957, de su mano y de las de Pepe, Amós y César del Campo, tres ilustres santoñeses; que entre mis más vivos recuerdos de la infancia se encuentren la brava rompiente de la Playa de Berria y el imperecedero olor de una bicicleta nueva mezclada con el aroma de los plátanos de Santoña; que yo mismo haya vivido en un barco más de treinta años; en fin, que como dicen los 'berriadictos' siempre «tenga ganas de Berria» y sienta la hoy clandestina tentación de proteger la uña de gato que abundaba en la playa.
Vayamos con el título: 'El barco de Berria'. De momento, diré que es un acrónimo, en realidad tres, de: equipamiento litoral para bañistas y amantes de una regeneración compatible entre la ordenación dunar y el esparcimiento en Berria. O, si se prefiere, de equipamiento litoral para bañistas y adeptos a la restauración, la conservación y la ordenación de las dunas y enclaves de Berria. Y, en versión ampliada, equipamiento litoral de Berria de apoyo a la restauración, conservación y ordenación de dunas y espacios sobre bases ecológicas y recreativas responsables, informadas y adecuadas.
Y todo esto ¿para qué? Pues para que las dunas no nos impidan ver la mar o, apurando un poco más, para que los santoñeses puedan disfrutar de su playa a lo largo de todo el año. ¡Qué nadie se alarme! ¿Quién, aparte de la dificultad de aparcar en verano, se atrevería a obstaculizar a un hijo de la villa zambullirse, surfear, andar o hacer footing en Berria?
El hecho es que acabo de telefonear a la oficina de turismo de Santoña para saber si llegó a buen término lo publicado en el Diario Montañés del 31 de agosto de 2008: «Santoña recuperará uno de sus edificios más emblemáticos, 25 años después de su demolición. El antiguo Barco de Berria, erigido sobre la zona dunar en la década de los 40 como parte de un proyecto más amplio de promoción turística de la villa, volverá a construirse de nuevo... No en la playa, como entonces, sino en la zona portuaria de Santoña...» Por lo leído, una iniciativa del PRC, con maqueta y todo, en la que la Consejería de Obras Públicas, dirigida a la sazón por el hoy diputado José María Mazón, pensaba invertir 5,7 millones de euros. «No, señor, aquello quedó en agua de borrajas».
Decepcionado dejé el hotel Juan de la Cosa, -estuve varias veces en el antiguo- y, con mis recuerdos a flor de piel, anduve por la playa hasta llegar a los restos de hormigón que cimentaron su brillante pasado. Y es que, pensé, si Don Agustín de Cenacorta -primero con La Bilbaína y, en 1913, con El Balneario, que funcionó hasta la guerra- situó a Santoña en el mapa del incipiente turismo, convirtiéndola en «una estación veraniega de importancia» y, al finalizar aquella, Doña María Luisa Ibáñez de Betolaza hizo que Berria brillase de nuevo mucho antes del boom turístico de los sesenta -con su proyecto de 'Colonia Veraniega' y el, tan adelantado para su tiempo, 'Casino de la Nueva Berria'- ¿qué nos impediría emularles ahora? ¿Acaso la actual inclusión de la playa en el, por lo demás, oportuno y justificado Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, considerado el conjunto de humeda-les de mayor importancia de la cornisa cantábrica?
Salí de la arena en busca de las dunas regeneradas y, ¡sorpresa!, me topé con un recinto parcialmente vallado en el que, como desvaído recuerdo en blanco y negro del pasado, languidece en perfecto estado de conservación la curvilínea estructura de piedra grisácea que otrora delimitase el acceso ajardinado al majestuoso bajel varado entre las dunas. Y me surgieron dos preguntas. La primera, sin sentido alguno, ¿se habría restaurado hoy de no haberse demolido en 1981?; la segunda, probablemente ilusa, ¿qué impediría hacerlo revivir adaptándolo a los nuevos tiempos? Y no soy el primero en plantearlo, pues, como prueba de su significado para los santoñeses, ya lo hizo el Ayuntamiento de Santoña y el Gobierno de Cantabria, aunque no lo proyectase en Berria.
Y, digo yo, ¿sería mucho sugerir el relanzamiento remozado de aquella iniciativa de la corporación municipal con menos hormigón y nuevas funciones compatibles con su ubicación en el entorno original? El artículo 12 del Decreto 76/2018, de 6 de septiembre, por el que se aprueba el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de las marismas de Santoña, Victoria y Joyel establece: 1) El objetivo general de la Zona de Uso Limitado es compatibilizar la conservación de los valores naturales del medio con la presencia y actividad humana manteniendo los aprovechamientos tradicionales y el uso público así como desarrollar labores de regeneración, mejora, adecuación paisajística y ecológica. 2) Específicamente en las playas y sistemas dunares se compatibilizará el uso y disfrute público y las actividades recreativas con la conservación y restauración de sus sistemas ecológicos hábitats y especies, con especial atención a la conservación y restauración de los sistemas dunares. Denle vueltas, consulten a los expertos, pero no se queden, como el necio, absortos en el dedo del sabio en vez de mirar a luna que apunta.
Finalizo con una propuesta: como en el terreno vallado de referencia, de algo más de una hectárea, ni se ha regenerado sistema dunar alguno, ni se me antoja fácil hacerlo, dado los restos de hormigón que entierran, recuperemos el espléndido pasado de la playa ideando un original, esbelto y ambicioso equipamiento que permita a los santoñeses, y durante todos los días del año, desde charlar y leer confortablemente frente al Cantábrico, hasta disfrutar de servicios de aparcamiento, socorrismo, de apoyo a los deportes acuáticos, de interpretación y educación ambiental, pasando por exposiciones que den cumplida cuenta de la rica memoria histórica de la villa. Y con una invitación: a los propietarios de los terrenos, al Consistorio municipal y demás Administraciones competentes, a empresarios, asociaciones y población en general a reflexionar y, en su caso, a desarrollar esta iniciativa.
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