La batalla de Madrid marca el futuro
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La inesperada convocatoria electoral pone a prueba, en un clima muy tóxico, el liderazgo de Sánchez, la alternativa del PP y el incierto futuro de los nuevos partidosLas batallas se sabe cómo empiezan, pero no cómo terminan. Una chapucera moción de censura urdida en oscuros despachos para la modesta región de Murcia desemboca en una explosión de populismo y demagogia en las elecciones de Madrid y en toda la política nacional, con ... la disyuntivas de 'comunismo o libertad' y 'democracia o fascismo' como banderas hostiles. Una confrontación dialéctica guerracivilista sobreactuada, deprimente y fuera de lugar en una comunidad abierta y acogedora como Madrid, en un país tan necesitado de cohesión social para enfrentar la pandemia y sus terribles efectos. Pedro Sánchez, que acariciaba hace pocas semanas un golpe de gracia al poder autonómico del PP, se encuentra ahora con que las urnas madrileñas se le presentan como un plebiscito sobre su liderazgo político, y Ciudadanos, el colaborador necesario en aquella operación, está a punto de llevarse como recompensa el último clavo de su propio ataúd.
En este clima tóxico, cinco de los seis partidos con aspiraciones a estar representados en la Asamblea madrileña salen a no perder: el PSOE de los bandazos del tristón Ángel Gabilondo, el tambaleante Unidas Podemos de Pablo Iglesias, el Más Madrid de Mónica García que resiste mejor, el Vox de Rocío Monasterio al que le cuesta prosperar en la plaza madrileña y el Ciudadanos de Edmundo Bal, en trance de desaparición. Y enfrente, el PP, más de Isabel Díaz Ayuso que de Pablo Casado, sólo se pregunta por cuánto va a ganar: si logrará la machada de la mayoría absoluta o si necesitará a Vox para sumar. Esta jerarquía otorga a la presidenta un plus en la carrera hacia las urnas, pero no le garantiza la victoria sobre la triple izquierda que trata de acelerar la movilización de la triple izquierda con las cartas amenazantes que llegan a sus dirigentes.
Pedro Sánchez y su 'gurú' Iván Redondo, y con ellos todo el Gobierno, se emplean a fondo en la campaña para que el doble fiasco de Murcia y Castilla y León no culmine con un sonoro fracaso en Madrid, que es como tenerlo en toda España. Han puesto a Gabilondo a cambiar de caballo en mitad del río, desde la moderación al frente rojo, para luego verificar desesperadamente que en los sondeos se les escapan muchos votos hacia Más Madrid. Por no hablar de las voces que en otro tiempo fueron respetadas en el PSOE y en la izquierda intelectual, como las de Joaquín Leguina, el cántabro presidente de Madrid durante 12 años, Nicolás Redondo Terreros o Fernando Savater, que han dado un paso decisivo, seguramente doloroso: ya no es que critiquen al partido o se queden en casa el día de las elecciones, es que piden el voto para Díaz Ayuso.
No es que peligre el liderazgo de Sánchez en el PSOE, pues su dominio orgánico es completo, pero en Madrid se juega su crédito como estratega y estandarte electoral de los socialistas. Si gana la izquierda, el riesgo asumido por Sánchez habrá merecido la pena. Si pierde, su socio en Cantabria, Miguel Ángel Revilla, activará su acreditado olfato para comprobar si empieza a desprender un cierto olor a cadáver.
Las elecciones en Madrid suponen un intervalo expectante en los procesos internos que los dos principales partidos nacionales, PSOE y PP, programan en toda España, también en Cantabria en otoño. El socialista Pablo Zuloaga aspira a renovar su mandato con la razonable confianza en que no habrá interferencias de Ferraz, como en la Andalucía de Susana Díaz, en Galicia o en Madrid. Más inciertos son los nubarrones en torno al PP de María José Sáenz de Buruaga. A Génova ya se le han visto las malévolas intenciones y aquí en casa no faltan los críticos con el grupo dirigente. El argumento que manejan: algo hay que cambiar para que el PP sea de nuevo el primer partido de Cantabria. Y mejor una salida pactada y airosa de la presidenta que otra virulenta batalla cuando todavía duelen los navajazos del congreso de 2017.
En Vox Cantabria se lo toman con tranquilidad, porque saben que aquí no tendrán una competencia por la derecha tan fuerte como la de Díaz Ayuso, y en Podemos la penuria está asegurada, con independencia de las prestaciones de Pablo Iglesias en Madrid. Todavía más grave es la situación en Ciudadanos, de fracaso en fracaso hasta llegar al desafío definitivo de Madrid. La verdad es que moral no le falta al partido naranja. Hace solo unos días organizaba en Santander un acto de entrega de carnés a nuevos afiliados, en un gesto que invita a la ternura. En Madrid apelan a la teoría de que el votante de centro es el más reflexivo y tardío a la hora de decidirse ante las urnas y que en última instancia alcanzarán el 5% que les procurará un puñado de escaños, un pequeño balón de oxígeno para seguir en la travesía del desierto. Ahora bien, si en Madrid se confirma la tragedia no habrá freno para la desbandada y el sálvese quien pueda. Y entonces todo será posible, incluso que termine saltando por los aires el pacto con el que PP y Ciudadanos gobiernan en Santander.
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