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Las empresas ya no despiden, hacen 'eres'. Eres otro parado más camuflado –eso sí– en el confort del eufemismo, que bendice con nuevo sustantivo algo más viejo que la pana de la chaqueta de Felipe González, ahora jarrón chino de incómoda envergadura. También, estos días, ... en la política hierven las conjugaciones del ser o no ser. Aunque aquí ni te despiden, ni te regulan; sólo te cesan. Poética forma de devolverte a tus quehaceres cuando suenan las doce campanadas.
Parece que la acción política consiste en tener la habilidad de enhebrar un permanente bautismo semántico para fingir renovación o disipación. Viernes sociales, trifachitos, gobierno Frankenstein o cordones sanitarios. Ciudadanos, por cierto, ha puesto tantos que tiene las manos atadas para hacer pactos. Recientemente, la ministra de Defensa explicó que la retirada de la fragata española de una misión estadounidense fue una «interrupción temporal provisional». Como aquella célebre fórmula de disimulo entre la infanta y Marichalar, ese señor del que usted me habla.
Ahora que nos racionan el paracetamol, otros asuntos se nos suministran sin anestesia. En Santander, entre un concejal y un jefe –se rebotan la paternidad de la ocurrencia– repartieron pistolas a policías locales en prácticas sin permiso de armas. Descubierto el pastel alegan que estamos en nivel 4 de alerta antiterrorista por posibles atentados. Cojan sus fusiles. No hay suficientes calabacines en los huertos municipales para armar a la población. La alcaldesa contribuye a la esperpéntica justificación: «Hay lagunas legales», dice. Efectivamente, se ha metido en un charco de colosales dimensiones.
Pero, sin duda, entre los eufemismos cautiva por su especial atrevimiento la noción de 'cambio' que patenta Ciudadanos. Proclama este partido que en la alcaldía de Santander –gire el señor Ceruti a derecha o izquierda– habrá igualmente cambio. Después de conseguir que llamemos 'metrotús' a un simple autobús doble, todo es posible. Quizá acabe por cuajar el absurdo de hacer pasar por cambio otra dosis más de lo mismo. Hacer una cosa y proclamar que es la contraria.
Alguien dijo –con proverbial lucidez– que no se puede cambiar la historia cambiando los retratos de las paredes.
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