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El Banco Central Europeo decidió ayer elevar los tipos de interés un cuarto de punto, hasta el 3,75%, el nivel más alto desde la crisis financiera de 2008. Se trata de la séptima subida para controlar una inflación desbocada a raíz de la guerra ... en Ucrania. Y de la menor de todas las aprobadas en ese periodo. Posiblemente no será la última, según dejó entrever la presidenta de la entidad, Christine Lagarde. Sin embargo, de sus palabras y de la evolución de diversos indicadores cabe deducir que la intensa escalada desde el 0% iniciada el pasa do julio ya ha agotado gran parte de su recorrido y empieza a surtir efecto, de forma que su final está muy cerca –lo que supone un alivio para los ciudadanos endeudados–, salvo el improbable supuesto de que los precios vuelvan a repuntar con fuerza.
Los mercados daban por seguro el nuevo aumento. La única incógnita residía en su magnitud. El BCE ha optado por una necesaria prudencia al moderar los ascensos precedentes a la vista de que, aunque el IPC se resiste a retroceder en la Eurozona –cerró abril en el 7%, una décima más–, sí lo hace el subyacente –5,6%–, mientras cae con fuerza la concesión de créditos. Esos datos confirman un enfriamiento de la economía como el perseguido por la autoridad monetaria con una estrategia que ha sorteado los riesgos de una recesión o de un brusco desplome de la actividad, uno de los principales temores que suscitó el vertiginoso alza de los tipos en un tiempo récord. Aun cuando se consoliden, como parece probable, en torno a un 4%, el encarecimiento de los préstamos retraerá el mercado inmobiliario y seguirá presionando a las familias con hipotecas variables, que desde hace meses se ven obligadas a dedicar una parte creciente de sus ingresos al pago de las cuotas bancarias, con el consiguiente impacto en el consumo.
Lagarde situó los riesgos para la inflación en la concurrencia de una fuerte subida de los salarios y de los beneficios empresariales, lo que no ha de estar reñido ni con unas retribuciones que garanticen unas tasas óptimas de consumo doméstico ni con la deseable salud financiera de las compañías. La presidenta alegó que el BCE no cuenta con más instrumentos que la fijación de los tipos de interés para situar el IPC en el objetivo del 2%. En realidad puede mucho más proveyendo de liquidez al sistema financiero y participando con una autoridad indiscutible en la determinación de las políticas públicas de la Eurozona.
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