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Desde el recientemente creado Colegio de Ciencias Políticas y Sociología queremos sumarnos a la celebración del Día Internacional de la Mujer a través de algunas ... reflexiones que nos ayuden a enmarcar el papel del (denostado) feminismo dentro de nuestra sociedad actual.
A través de nuestros estudios e investigaciones comprobamos a diario lo alejado que está el concepto de feminismo de las vivencias y creencias cotidianas de la gente. «No soy feminista. Tengo familia y sufro igual por los dos, por mi hijo y por mi hija». «La desigualdad existe, pero nos estamos pasando. La igualdad no es pisarles la cabeza a los hombres. No es estar por encima». «Yo no soy ni feminista ni machista, pero el hombre está indefenso frente a la mujer, que está muy protegida». «Hemos evolucionado, pero hacia el otro lado». «La culpa la tienen las feministas». Todas estas son manifestaciones espontáneas de mujeres, surgidas en el ámbito de conversaciones sobre el tema de la igualdad, y son representativas de lo que podemos escuchar diariamente en cualquier conversación de café.
Estas mismas mujeres trabajan codo con codo con sus parejas para sacar a sus hijos e hijas adelante y tratan de darles la misma educación a ambos. Procuran no hacer diferencias entre sexos y tienen la misma fe en que sus hijas lleguen a la universidad como en que sean ellos quienes lo hagan. Aspiran a que sean ingenieras, arquitectas o doctoras. Hace no tanto las madres aspiraban a que sus hijas supieran coser y 'pescaran' un buen marido. Los padres aspiraban a darles una buena educación a sus hijos varones y de sus hijas que se ocuparan sus madres. Hoy vemos a los hombres absolutamente implicados en la crianza y la educación de sus hijos e hijas. A nadie le sorprende ver a un padre tirando del carrito del bebé, o esperando a su niña en la puerta del colegio (probablemente armando un buen atasco, pero ese es otro tema). La corresponsabilidad ha ido ganando terreno y cada vez son menos las mujeres dispuestas a dejarse gobernar por sus parejas. Los tiempos en que una mujer tenía que dejar de trabajar si se casaba, pedir permiso al marido para ir de viaje, para abrir una cuenta, hacer una compra importante, o en general tomar sus propias decisiones, han quedado atrás. Hoy en día nadie estaría de acuerdo con normas que incapaciten legalmente a las mujeres dejándolas a la suerte, o la desgracia, de sus maridos.
Entonces, ¿por qué tanta animadversión hacia el término feminismo? ¿Por qué tanto miedo a identificarnos como feministas? El feminismo propone algo tan sencillo como la igualdad de oportunidades para ellos y para ellas. ¿No es eso lo que queremos para nuestros hijos? ¿No es lo que queremos para nosotras mismas? ¿No nos produce la misma satisfacción el éxito de nuestras hijas o nuestras parejas, que los éxitos propios?
El movimiento feminista ha tenido que recorrer un arduo y tortuoso camino. El 8M conmemora la primera manifestación de mujeres que luchaban por reivindicar sus derechos laborales, a comienzos del siglo XX. Un siglo después tenemos convenios laborales que protegen los derechos de trabajadores y trabajadoras; permisos de paternidad y maternidad para la atención compartida a los recién nacidos; leyes contra la discriminación de cualquier tipo… y hasta una selección femenina de fútbol campeona del mundo.
Seguimos teniendo mucha tarea por hacer. Según la última Encuesta de Población Activa (INE.4T 2024) la tasa de actividad de los hombres está 10 puntos por encima de la de las mujeres (64% frente al 54%) mientras que la tasa de paro afecta al 11,8% de mujeres y a un 9,5% de hombres, lo que sigue demostrando desventajas laborales. Muchas mujeres exitosas experimentan el síndrome del impostor porque sienten que ese éxito no es merecido; la parcialidad y temporalidad en el empleo sigue afectando prioritariamente a las mujeres, lo que a su vez incrementa la brecha salarial a favor de los varones. Por otra parte, según la última Encuesta de Características Esenciales de la Población y Viviendas, el 49,7% de las mujeres se encarga de la mayor parte de las tareas domésticas, frente a un 4,3% de los hombres.
Todo eso son datos objetivos que demuestran que, a pesar del largo camino avanzado, todavía queda mucho por recorrer, pero si tenemos una actitud positiva hacia la igualdad de oportunidades, si pensamos que nuestras hijas y nuestras mujeres merecen el mismo respeto que los hombres, si alentamos en la misma medida a unos y otras para que tengan un futuro mejor, estamos comportándonos como feministas. Sin molestar, sin ofender, sólo aspirando a una sociedad en la que hombres y mujeres seamos iguales.
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