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El sábado 19 de junio, cuatrocientas personas se reunieron en la bolera de Ontoria para una comida multitudinaria junto al lema: 'Jornada de Afirmación Cántabra. Homenaje a Juan G. Bedoya'. El lebaniego director de la 'Hoja de Lunes', editada por la Asociación de la Prensa ... y que monopolizaba el quiosco el primer día de la semana, recibía así la adhesión de numerosas fuerzas vivas, en una impresionante relación de colegas, autoridades, empresarios, sindicalistas y hasta el gerente de la naciente Universidad de Santander. El periodista toma el micrófono entre el presidente de la Cámara Agraria, Justo de las Cuevas (que habría de ser el presidente de la UCD provincial y un motor fundamental del acceso al Estatuto de Autonomía), y el alcalde de Cabezón de la Sal, Ambrosio Calzada (también futuro dirigente de UCD y cuyo ayuntamiento inició las votaciones para solicitar la autonomía uniprovincial), que lanzó su 'Cantabria, levántate y anda'. También habló Miguel Ángel Revilla, que presidía ADIC como asociación recién surgida de un primer manifiesto del llamado 'Grupo de los Cien'.
Solo hacía unos meses de la muerte de Franco y ya se hablaba de la regionalización y de Cantabria como remedios a lo que se percibía como un retraso comparativo de la provincia, que se achacaba al secular olvido por el Gobierno central. Aquella queja por el declive, agravado por la coyuntura (1975 había sido el peor año económico desde 1960, según titular de la 'Hoja'), pasó en un semestre del discurso provincialista al provincialista-regionalista.
El modelo inicial era el foral de Álava y Navarra, que la 'Hoja' explicaba con todo detalle. Curiosamente, un primer movimiento fue castellano. Hubo una reunión en Valladolid de los presidentes de diputación provincial, y acudió el de Santander, Modesto Piñeiro Ceballos. Allí se habló de reclamar el concierto económico. Pero Piñeiro pensaba que debía ser provincial santanderino, más que 'regional' castellano. Así que la Diputación aprobó en febrero solicitar un concierto para la provincia.
Esto dio lugar a una serie de artículos, reportajes, mesas redondas, e incluso encuestas que lideraba la 'Hoja'. El 1 y 8 de marzo presentó las respuestas a un cuestionario titulado «¿A qué región se apunta Santander?» Piñeiro responde: «Presionemos para que se nos conceda el concierto económico a nuestra provincia y, llegado el momento, estaremos en situación más ventajosa para concertamos o regionalizamos en distintas actuaciones con unas y otras zonas». La procuradora en Cortes Carmen Cossío: «Conciertos económicos... y de no mediar éstos, el desequilibrio interior llegará a ser tan profundo que (...) Castilla y León volverán al claroscuro medieval bajo el signo de tierras despobladas». Es decir, provincias forales mancomunadas. El abogado socialdemócrata José Manuel Martínez de la Pedraja: «Apoya el federalismo, no sin antes una consulta a la base y, como opinión personal, se inclina hacia la Meseta». El geógrafo Emilio Arija: «Debemos ir hacia Asturias». Justo de las Cuevas: «Nos interesa la Cornisa cantábrica». Carlos Monje, alcalde de Torrelavega: una región funcional con Asturias, León, Palencia y Burgos. Manuel Pereda de la Reguera: «Cantabria es una ventana abierta al mar y a Europa, ventana que hay que convertir en puerta, y creo que esto nos une con el interior de España, con Castilla. (...) Castilla fue una andadura cántabra que cuajó en territorio para afianzar la andadura que hizo a España». Francisco Ignacio de Cáceres, director de RNE: «Nuestra región es La Montaña, y basta». Luis Uriel, Presidente del Consejo Provincial de Trabajadores, se presenta por el periódico como partidario del acercamiento a Vizcaya. La propia redacción de 'Hoja del Lunes' toma posición por una regionalización en Castilla La Vieja.
Cantabria quería prosperar, pero la receta aparecía, pues, borrosa. El pluralismo marca la corriente de artículos y cartas de ese año. González Bedoya aún en esa época eludía pronunciarse abiertamente: «Seamos montañeses o cántabros; seamos incluso cantabrones o santanderinos, lo que me importa de verdad es que esta tierra nuestra despierte y se levante como Lázaro. (...) Estamos otra vez con la cuestión del nombre, que es algo así como andarse por las ramas, por mucho que me parezca que esto también tiene su atractivo y por mucho que nos pida el cuerpo llamarnos Cantabria y ser únicos y solos, es decir, solitarios». Pero lo solitario acaso no fuera sino expresión del inveterado individualismo montañés.
La metáfora reiterativa era el dormir/despertar. La Montaña era bella, pero durmiente. Ahora sería la bella despertante. El próximo sábado veremos cómo esta reivindicación económica se vinculó al debate sobre el nombre del territorio. La «afirmación cántabra» fue sobre todo afirmación periodística.
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