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Sabemos que las únicas dos opciones para la presidencia de Cantabria son Revilla o Buruaga, que ambos tienen experiencia de gobierno y que la comparación no se sostiene: el regionalista acumula solvencia y un indiscutible compromiso con Cantabria, mientras que la candidata popular representa sumisión ... a su sede central además de un balance de gestión fuertemente penalizado en las urnas. Tanto que, por sí misma, resta a su propia candidatura; por algo la esconden en los carteles.
Revilla ofrece, además, un balance de estabilidad en todos sus gobiernos, demostrada incluso en el que ejerció en minoría. Al contrario, Buruaga, con mayoría absoluta, acarreó enormes problemas internos que derivaron en conflictos serios.
Pues bien, en la idea de blanquear su capacidad de gestión y, ante las críticas por la inestabilidad que acarrearía gobernar con su compañera de gobierno de aquella nefasta legislatura, la candidata de la formación contraria a la autonomía de Cantabria, Buruaga ha salido al paso con una ocurrencia que, por sí, es premonitoria de caos: gobernar en solitario.
Debe ser marca de la casa porque entre esto y el comentario de la alcaldesa de Santander de restar importancia a carecer de presupuestos –así está la capital después de dos años con ellos prorrogados–, las dudas para el domingo están más que disipadas; en Santander y en Cantabria. Porque cuando hablamos de gobernar, quien ofrece seguridad, estabilidad, presencia y orgullo, quien reivindica sin tutelas, es Revilla. Y en Santander, solo podrá proporcionarlo al que a eso le suma frescura: Felipe Piña.
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