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Pocos podrán decir que quien inicia una guerra, como en la actual, lo hacen para hacer el bien a los demás. Más bien, al contrario, ... lo que pretenden es que le vaya lo peor posible a su enemigo despreciando todos los efectos colaterales (víctimas inocentes) que su iniciativa provoque. El mal suele estar de parte de quien pretende perjudicar a otros, más aún cuando esos otros son más débiles que él y con menor capacidad para poder defenderse. Esto mismo sucede cuando cuatro malotes o malotas hacen bullying a un pobre chaval indefenso y diferente. Por regla general a mayor superioridad, mayor maldad, más destructiva es. Pero hoy lo que quiero resaltar es todo el buen hacer de las personas anónimas que en esta guerra están ayudando con generosidad y con una inmensa humanidad a todos esos débiles que sufren las consecuencias del mayor de los malos, del más fuerte. Este es un agradecimiento inmenso a todos los hombres que, jugándose el tipo entre balas y misiles, ayudan a mujeres, niños y mayores a protegerse del fuego enemigo, a cruzar puentes, a acceder a trenes o autobuses o a sacarles de un edificio en llamas, tras un bombardeo. Me siento tan pequeño ante esos héroes anónimos, a los que se quedan y a los que regresan para ayudar o para luchar o para acudir a recogerles y traerles a buen refugio en el resto de Europa. De hecho más que llamarles voluntarios habría que llamarles generosos, héroes o valientes.
Pero no olvidemos que más de dos millones de niños han cruzado la frontera, solos muchos de ellos y, en la medida de lo posible, debemos permanecer vigilantes, allí y aquí, ante las mafias de niños (para abusar de ellos en cualquier sentido que les perjudique como venderlos o prostituirlos). Si nadie pasara por ese aro este mercado negro no existiría. Utilizar nuestro dinero para comprar esas voluntades nos haría tan culpables como el matón que ha provocado el éxodo.
No podemos olvidar que esta guerra será mala para todos, como escribiera Bertolt Brecht: «La guerra que vendrá / no es la primera / Hubo otras guerras / Al final de la última / hubo vencedores y vencidos / Entre los vencidos, / el pueblo llano pasaba hambre. / Entre los vencedores / el pueblo llano la pasaba también». Todos vamos a padecer sus consecuencias, indefectiblemente. Eso sí, al final, estoy persuadido, de que la suma de todos los bienes superará a los grandes males, por muy grandes que sean. La vida, la bondad, el amor y la generosidad siempre vencerán; por muy inverosímil que ahora pueda parecer, no perdamos la esperanza de que, al final, el equilibrio de la Tierra, como la homeostasis del cuerpo, acabará preponderando.
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