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Muchas órdenes y congregaciones religiosas, no sólo los agustinos, celebran 'La Conmemoración de los Bienhechores Difuntos', recordando así ante el Señor a las personas que ... nos ayudaron en nuestras obras. Los primeros bienhechores de cada uno de nosotros son sus familiares y especialmente sus padres. De ellos hemos recibido la vida, la fe, valores, el sentido de la palabra 'familia', y en muchos casos una coherencia y un sacrificio por sacarnos adelante, encomiables.
Pero a lo largo de nuestra vida nos hemos ido constituyendo gracia a las aportaciones materiales, morales, éticas y espirituales de muchas personas que hicieron algo por nosotros sin esperar nada a cambio, sin pensar siquiera que algún día podamos orar por ellos. Vecinos que nos trataron como si fuéramos hijos. Profesores que hicieron que descubriéramos el mundo del saber e incluso nos inclináramos a estudiar esto o lo otro, poniendo de esta manera los raíles para el posterior desarrollo profesional.
Amigos que nos hicieron más soportable la soledad, con los que fuimos haciendo camino y a los que en muchos casos consideramos hermanos. El 2 de noviembre, Día de los Difuntos, oraré por los médicos, enfermeros, guardias civiles, policías, capellanes de hospitales, educadores y todos los que han perdido la vida en la pandemia por ayudar a los demás. Acudieron a su puesto de trabajo a pesar de saber que tenían un alto riesgo de infectarse e incluso morir, pero no por ello se quedaron en casa. Dice Jesús: «No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Seréis amigos míos si hacéis lo que os mando». Juan 15:13-14. Bienhechores Difuntos, siempre vivos en el corazón.
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