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La vorágine que nos imponen estos tiempos que vivimos nos lleva en ocasiones a concluir que lo pasado, además de superado y despreciable, no tiene ... vigencia alguna. Solo lo presente, como trampolín para el futuro, tiene valor y ha de ser tomado en consideración. Ausencia de esa calma tan necesaria que nos permite reflexionar, tomar distancia y valorar que aquello que ahora es pasado fue, entonces, presente, y trampolín de futuro también.
Muchos torrelaveguenses y visitantes alternan en los bares con mayor solera de la ciudad disfrutando, además del aperitivo, de las fotografías en sepia que adornan algunas de las paredes de estos establecimientos. Imágenes entrañables de nuestro pasado, cuando la ciudad aun era villa, con regusto rural, asequible, donde todos se conocen y la proximidad define los espacios. Instantáneas que recuerdan tiempos pasados y evidencian el importante salto que ha dado nuestra ciudad. Un cambio que abarca todos los parámetros de la vida, el trabajo, el ocio y la convivencia y, que, aunque se pueda poner en cuestión, ha significado un avance en la calidad de vida, el acceso al bienestar y la consecución de derechos fundamentales para el conjunto de nuestra comunidad. Una evolución positiva para la que ha sido imprescindible la utilización de algunas herramientas que, aunque ahora hay quien las minusvalore, han sido instrumentos de este progreso beneficioso y necesario.
Voy a tomar una referencia en el tiempo. Cuando el primer alcalde constitucional, Manuel Teira, izó en el Palacio municipal la nueva bandera de Torrelavega. Fue en aquel momento cuando la ciudad tomó constancia de sí misma como una comunidad democrática en busca de su propio futuro. Y, desde entonces, los grandes cambios que nos han impulsado hacia delante han estado contemplados, previstos y recogidos en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1985. Hoy aparecen detractores de este documento que hablan de sus errores y carencias, que por supuesto que existen. Y son pocas las voces que reconocen las virtudes que se contemplaban en su contenido. Citemos alguna. Antes de la fecha señalada la ciudad no contaba con pabellones deportivos de titularidad pública, los colegios existentes, también públicos, eran los mismos que en tiempos de la República, la Universidad no encontraba su espacio en el municipio y no se contaba con un Palacio de Justicia nuevo y funcional, las márgenes del río estaban al albur de abusos y progreso mal entendido, la biblioteca no disponía de un espacio de dignidad y las consultas de atención primaria se pasaban en sórdidos barracones ante la carencia de todos los centros de salud. Un hospital comarcal era un imposible ante la rotunda cercanía de Valdecilla. E incluso la creación de viviendas, que ahora se materializan, como el sector El Valle, ya se contemplaba en aquel PGOU. Y, por supuesto, las rondas, que hicieron que nuestro núcleo urbano dejara de ser el cruce que servía tanto de entretenimiento para ociosos como de pérdida de tiempo en los desplazamientos y que acabaron por convertirse en referente para el ocio de deportistas y mayores.
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Ana del Castillo
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